Año viejo, año nuevo.
Desde cuando tengo memoria recuerdo el sucederse de las navidades y los años nuevos, y me acuerdo cómo, cuando niño, esperaba con ansias la llegada de estas fechas, y me emocionaban los festejos, aún cuando no participaba en ellos enteramente. No puedo olvidar que mi padre, haciendo un esfuerzo económico casi milagroso, nos compraba a todos sus hijos 'el chachá nuevo' (ropa nueva) que estrenábamos en Navidad y que para Año Nuevo, ya estaban usados; es decir, viejos. La siguiente oportunidad de chachá nuevo eran nuestros cumpleaños. A pesar de todo -ahora lo pienso-, creo no estábamos tan mal, pues a lo largo de lo que me ha tocado vivir, he visto gente que, si encontraba un retazo de tela con qué remendar los raídos y rotos vestidos, ya se podía considerar afortunado. Y no es una exageración, pero, mejor dejo los recuerdos. Año viejo. Imagino el 2010 como un Tren de Doce Vagones. En cada uno de estos vagones veo gente por doquier, casi todos desconocidos, pero he allí, desde el...