Ayer tarde me he mirado en el espejo...

Este post lo he rescatado de mi otro blog (olvidado casi). Lo escribí con ocasión de cumplir 55 años, un 08 de Octubre del 2008. Después de una ausencia tan larga, espero les guste. Ahí va:
"Ayer tarde me he mirado en el espejo, pues sentía por mi faz curiosidad; y el espejo al retratar mi cuerpo entero, me ha brindado dolorosa realidad..." decía (dice aún) el vals (es vals?) de Jesús Vásquez. Hay otros intérpretes que lo cantan, pero yo recuerdo especialmente aquella, en la voz melodiosa de la Reina de la Canción Criolla.
"Ya estoy viejo, tengo arrugas en la cara, mis pupilas tienen ya un débil mirar; y mis labios, temblorosos y arrugados, saboreando están los besos que ayer dieron y hoy no dan..." continuaba el vals. Y... ya casi llegando a la meta, haciendo un paralelo con las letras de aquel vals, me he mirado en el espejo de mi baño y..., no lo puedo negar, es absolutamente notorio que los años me han dado duro, me han tratado como a burro alquilado. Yo diría que tengo arrugas hasta en las pestañas que, junto con mis cejas, son las únicas que se resisten a cambiar de color. Mis cabellos y bellos de todas las otras partes de mi cuerpo hace rato que son canos. Mis cabellos comenzaron a encanecer, recuerdo, cuando apenas tenía 17 ó 18 octubres. Entre toda la familia, soy el único caso; a los treintaicinco era ya canoso en un 70%. Muchas veces he pensado que... yo, nací viejo. Digo esto, además, porque siempre estaba cansado, nací cansado; y aún hoy tengo que hacer un gran esfuerzo mental y físico para sobreponerme a mi inveterado cansancio. Me mentalizo, pienso... y actúo. La mayor de las veces logro mi cometido, dejo atrás la flojera y cumplo con mis obligaciones laborales a cabalidad. Muchas veces he pensado que esto podría ser una enfermedad, pero los médicos jamás me han parado bola al respecto; se han limitado a hacerme análisis (con resultados normales, según ellos) y a recomendarme dietas calóricas la mayor de las veces. No sigo, de lo contrario no termino nunca este post.
Tengo un par de anécdotas que pueden, muy bien, reflejar que a mis 55 años, que los cumplo en estos días, estoy ya muy usadito, mas cerca de la otra que de esta; es decir, detrás de mí veo un laaaarrrggo camino recorrido, y delante de mi... un pequeño sendero que termina en un túnel muy oscuro al final del cual no hay ninguna luz. A la entrada de aquel túnel puedo ver a una señora huesuda que sostiene en sus manos una guadaña... !qué miedo!!! Vamos con las anécdotas:
La primera, ocurrida en Lima, en mi última visita. Me subí a una combi llena de gente y, un jovencito que iba sentado, muy gentilmente me cedió su asiento: "Venga señor, siéntese aquí" fueron sus palabras. "No se preocupe, siga usted allí" le repliqué. "No, no, este asiento es para los ancianos..." me respondió, señalando en la carrocería junto al asiento unas calcomanías alusivas. En aquel momento me sentí verdaderamente anciano... y me senté.
La otra anécdota sucedió hace una semana en el edificio donde vivo, en Roma. Debía entregar unos documentos en el tercer piso y no hallaba el apellido de la persona en ninguna de las puertas. Entonces opté por timbrar en una de ellas, al azar. Siento pasos al otro lado de alguien que se acerca a mirar por el visillo y casi inmediatamente una voz chillona dice: "Un viejo!" en italiano. Era un niño grande que respondía a su padre, aún cuando yo no había escuchado el '¿quién es?'
Es decir, estoy convencido que realmente he envejecido, pero no es cosa que me preocupe. Pienso que es natural que así sea dada la vida que he llevado, de la cual tampoco me arrepiento. Hay un huayno que dice: "Mañana cuando me vaya, mañana cuando me ausente, qué cosas he de llevar?; llevaré lo que he comido, llevaré lo que he gozado, esa es la pura verdad". El espejo no nos miente. Somos nosotros que le mentimos al espejo, o nos mentimos a nosotros mismos. Pero, ya basta de vejez y ancianidad; cambio de tema.
Cuando era muy pequeño (quiero decir de edad porque, de estatura, sigo siendo pequeño aún), no sé por qué, recuerdo que decía que quería vivir solamente hasta los treinta. Y, hasta los treinta, recuerdo que viví casi sin problemas de salud, salvo los catarros y gripe que me daban, como a cualquier mortal, cada cierto tiempo.
Justo arribando a los treintaitrés, producto de los desmanes alimenticios y abuso de alcohólicos (léase chicha, cañazo, pisco, vino, cerveza y símiles) llegué a parar al hospital, víctima de una hepatitis aguda. La cosa fue muy seria y casi no vivo para contarlo, sobre todo por el error de los médicos del Almenara que equivocaron las recetas. Me salvaron los médicos del hospital del IPSS de Pisco.
Dicen que los treintaitrés es una edad bien brava por eso de La Edad de Cristo, yo no sé...
En estos últimos días he estado cavilando sobre la vida que hice, y hago aún; y he llegado a la conclusión que la única diferencia del sujeto que soy ahora con aquel recién nacido de hace 55 octubres, es que el de ahora tiene muchísimos recuerdos. Obviamente no tengo memoria de mi nacimiento, ni de mis primeros pasos; mis primeros recuerdos se remontan a cuando tenía -pienso- dos años o dos años y medio. También mi hija dice tener recuerdos de cuando tenía -mas o menos- esa edad. Esto me hace pensar que debemos estar, mi hija y yo, dentro de los parámetros de la normalidad, al menos dentro de mi familia.
Debo reconocer que la experiencia me ha dado -y me sigue dando- herramientas indispensables para salir airoso en las batallas por la supervivencia. He aprendido muy lentamente, pero aprendido al fín, de todos mis errores, o de casi todos. Lo ideal sería que uno aprendiera de los errores ajenos o de las enseñanzas y consejos de los mayores, pero esto -muchas veces- no los tomamos en cuenta, somos sordos. Menos aún si los consejos y enseñanzas vienen de nuestros padres. Sin embargo, pretendemos que nuestros hijos entiendan y aprendan de aquello que les decimos. "Es para tu bien, burro de miércoles!, ¡aprende!, ¡hazme caso!" decimos los padres tantas veces. No nos percatamos de nuestros propios errores..., pero no es mi intención hacer un discurso al respecto. Estaba hablando de mis 55.
Y bueno pues, aquí estoy, aún dispuesto a seguir peleando muchas batallas, y a ganarlas!. Reconozco que algunas de mis facultades han mermado en su capacidad, por ejemplo mi vista. Comenzó a decaer a partir de los 45, recuerdo. Hoy por hoy uso lentes; al inicio no me acostumbraba, pero la fuerza de la necesidad me obligó a hacerlo parte de mí, casi. Los oídos aún están intactos, y creo que también mis reflejos. Forzudo no he sido jamás y creo que mi tono muscular está en buen estado, sobre todo porque siempre he sido de contextura delgada, no creo haber estado alguna vez en sobrepeso, guardando aún sin quererlo la relación de 57-58 kilos para los apenas 1,59999 metros de estatura que tengo (en mis documentos me pusieron 1,60 metros, me regalaron 0,0001 metros). Soy chaparrón, no puedo esconderlo, pero no me quejo (y qué le queda al perdido?). Mi humor cambia muy pocas veces, soy jovial por naturaleza, canto y silbo dondequiera que me encuentre: trabajando, en la ducha, caminando por las calles... en fín.
He llorado también muchas veces, pero ya no lo hago, no lo he hecho ni siquiera al mirar el cuerpo frío de mi hijo, muerto en circunstancias misteriosas un 15 de Enero del 2003. He llegado a la conclusión que no vale la pena, que es como llorar ante la leche derramada; y también porque leí en alguna parte que nuestras lágrimas y penas dificultan el paso de las ánimas de nuestros seres queridos hacia los planos superiores, después de la muerte. Acepto las cosas como vienen, como se presentan; y por eso, tampoco me preocupa mi muerte. Todos, desde cuando hemos sido engendrados hemos adquirido un 'seguro de muerte'.
Otra de mis facultades que veo mermar, poco a poco, es mi memoria. Tantas veces he estado buscando mis lentes... teniéndolos puestos!, o no recuerdo dónde dejo mis llaves, o de ir al supermercado a comprar pasta dental y regresar sin ella (?). Me falla la memoria o soy muy distraído?
Hablando de memoria, creo que la canción que sirve de pretexto para este post se llama 'El espejo de mi vida' y, tengo la duda en este momento de si la canta Jesús Vásquez o Carmencita Lara. Menudo problema.
Hasta pronto.

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