¿Dios, usurpador de Tierras?.

En los ùltimos años 'la moda de las invasiones' ha llegado tambièn a La Ciudad Eterna. Me parecìa improbable que tal cosa pudiera suceder en Europa. Pensaba en ese sentido, pero no sè por què, pues no tengo un argumento vàlido para sostener tal cosa. Lo que no deja de ser verdad es la necesidad de las personas de un techo donde guarecerse. Eso no varìa aquì, ni en la China, ni en la Cochinchina.
En Roma hay edificios enteros abandonados, los mismos que los invasores ponen en su mira. Un pequeño descuido y ¡zàs!, ya estàn dentro, pero hagamos un poco de historia.
Tengo memoria de las invasiones de terrenos cuando se diò en mi tierra natal, en la dècada de los sesenta. No recuerdo haber tenido noticias que el fenòmeno se hubiese dado en alguna otra parte del Perù. Seguramente sì, pues me niego a pensar que los huanuqueños hayan sido los que inauguraran tal modo de apropiaciòn, ilìcita, de propiedades ajenas, aùn cuando las mismas se hallaran presuntamente abandonadas o con carencia de uso por prolongado tiempo.
Recuerdo aquel primer episodio en mi tierra natal porque en èl participò mi madre, pero el fenòmeno es màs antiguo que la Biblia misma. Esto es asì porque la Biblia es la narrativa de hechos ya sucedidos con anterioridad al tiempo en que fuera escrito, se entiende perfectamente. Pero, aùn si dejàramos a un lado los relatos bìblicos que luego retomaremos, el fenòmeno de la invasiòn, ocupaciòn, colonizaciòn y usurpaciòn de tierras ajenas ha ocurrido desde siempre. Yo digo que tuvo inicio con el nacer del primer ser humano sobre la faz de la tierra. Es claro que entonces no se podìa definir tal, pues el amplio horizonte frente a los ojos de nuestros primeros antepasados, no eran ajenos. Digamos que, por Ley Natural, pertenecìa a la raza humana de entonces, por entero.
Si se puede imaginar El Paraìso, era aquel, pero no durarìa por siempre. Con el aumento de la poblaciòn comenzarìa todo: las rencillas, el caos, las peleas que no mucho tiempo despuès desembocarìan en verdaderas guerras. Puedo imaginar el comportamiento de la raza humana de entonces que no difiere mucho del comportamiento de las bestias de la floresta, que delimitan sus territorios con sus olores y edores. Los lìmites territoriales y las fronteras vendrìan muchos siglos despuès, con el avance de la civilidad. La civilizaciòn, pero, por sì sola no ha sido capaz de frenar la sed de conquista, de posesiòn, de exploraciòn y descubrimiento innato en el ser humano.
Es esa capacidad, positiva y negativa a la vez, lo que hace que aùn en la actualidad permanezcan irresueltos tantos tratados fronterizos entre muchas naciones del planeta con los consiguientes conflictos que de ellos deriva. Y ahora regresemos a los tiempos bìblicos:
El relato de los hechos narrados en Exodo me darà ocasiòn para escribir otro post. Para efectos de èste debemos solo recordar que Dios tenìa el firme propòsito de liberar a Su Pueblo y conducirlo a la Tierra Prometida. La Biblia no dice por què Dios esperò tanto, por què pensò a ellos solo cuando sufrìan las penas de la esclavitud bajo el duro yugo de los faraones.
De todas formas Moisès, el brazo motor de Dios, con la ùltima de las 10 plagas: La muerte de los primogènitos, logrò convencer al faraòn para dejar libre a los hebreos que, liberados, marcharon en caravana hacia el desierto. Antes se llevarìa a cabo -para mì- el Milagro Màs Grande jamàs realizado por deidad alguna: La apertura de las aguas del Mar Rojo.
Pasaron todos, Moisès y los suyos, y luego se cerraron las aguas, y murieron ahogados tantos soldados del ejèrcito del faraòn. Obviamos toda la historia siguiente y preguntèmonos, ¿dònde quedaba la tierra Prometida? La Tierra Prometida estaba al otro lado del rìo Jordàn. Moisès, previamente mandò una expediciòn a explorar aquellas tierras. La expediciòn regresò trayendo leche, miel y frutas, y con noticias muy desalentadoras: Aquellas tierras estaban pobladas por gigantes y estaban fortificadas. Es decir, La Tierra Prometida estaba habitada, tenìa dueño, que se tenìa que arriesgar la vida para usurparla y ocuparla definitivamente.¡Era una cosa de locos!
Termino diciendo: ¿No podìa Dios, con su Omnipotencia hacer fèrtiles las àridas tierras del desierto, las mismas que estaban libres de posesiòn y regalarlo a su pueblo? ¿Tenìa por fuerza que usurpar aquellas tierras ajenas?.
Volviendo a los tiempos actuales, creo que con el ejemplo bìblico, es razonable que los invasores modernos se apropien de aquello que no les pertenece, pues solo estàn imitando el Divino Proceder.










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