La tumba de mi Padre...

Una fugaz conversaciòn con uno de mis hermanos, una tarde cualquiera de Octubre, llena de pesar el instante aquel. El pesar que me embarga en aquel momento es -pero-, fugaz como el momento mismo y como cada palabra que sale de nuestras bocas. El mensaje que me da es breve y conciso: "Hola hermano, estuve de paso por Huànuco, fui al cementerio a poner flores en la tumba de papà y... què te digo, lo hallè 'destrozado', raìdo, olvidado, no se leen ni las letras de su nombre..., hubiese querido hacer algo, pero estaba solo de paso...". Efectivamente, entiendo, mi hermano tiene uno de esos trabajos que a mì me hubiera gustado tener, le permiten ir por cada lugar de la patria, brevemente. En los lugares intermedios de aquello que serà su destino final, igualmente breve, solo se detiene para desayunar, almorzar o cenar, o quizàs para abastecerse de combustible. Y le toca luego desandar lo andado, re-pasando por los lugares ya 'visitados' a la ida. No sè, a mì me gusta ese trabajo y esa vida de eterno viajero, pasajero, rutero. A mi hermano ya le cansa, pero eso es asì, pues nadie està conforme con lo que tiene. Y fue su trabajo que lo llevò brevemente a visitar la Ciudad de los Tres Jircas, que nos viera nacer, que ha dado motivo para esta entrada.
El pesar, ya lo dije, es fugaz, pasajero, efìmero en virtud de mis convicciones. Es una cosa que aprendì en el largo camino que me ha tocado recorrer en la 'Autopista de la Vida': las preocupaciones no sirven, pues no remedian un pepino. Pero, en este caso, me sirven para reflexionar sobre los complejos mecanismos de la memoria, de nuestra memoria, de la memoria de cada uno de nosotros seres humanos. Y no solo, sino tambièn del Respeto a nuestros recuerdos, al recuerdo de quienes nos trajeron a la luz y nos forjaron. Es una reflexiòn frìa, desvinculada de cualquier emociòn. Puedo entender que los hijos de mis hijos olviden quien fue su abuelo, pues es natural que su memoria los acerque màs al recuerdo de sus padres, pero que mis hijos se olviden de mì..., es imperdonable. Siguiendo mis reflexiones llego a la conclusiòn que mis hermanos todos no han olvidado a la persona que representò en vida Don Julio Jara, pero han olvidado el ùnico vìnculo que nos une a sus recuerdos: La tumba de mi Padre.
    

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