Con el pie izquierdo...

He aquí un poco de mi propia historia.
Como todos en este mundo mi madre tenía sus creencias, fe y supersticiones. No era asidua en las misas, pero de creer, creía, puedo dar fe. Yo escuchaba sus exclamaciones "Jisus!" ante noticias o sucesos inesperados. Se entiende que se refería a Jesús, pero mi madre lo pronunciaba así. Decir en voz alta el nombre del Hijo del Altísimo, era su forma de preservar a los suyos y preservarse ella misma de los malos presagios o presentimientos. A este punto, no puedo negar que, durante un largo trecho en el camino que es mi vida, me he dejado gobernar por las supersticiones, el fetichismo, los tabúes, la hechicería y la religión. Todo ello adquirido en el seno de mi familia que, a su vez, tomaron de la influencia del medio social y geográfico en el que les tocó crecer.
Algo curioso, mi madre refería que conmigo había tenido un parto muy difícil, puesto que yo había nacido de pie! Más tarde me jactaría de esto con parientes y amigos, pero mi madre refería también que lo primero que salió a la luz fue (qué decepción!)...mi pie izquierdo! y eso cancelaba, anulaba, revocaba  la fortuna de haber nacido de pie. Es decir, había yo nacido con fortuna y, a la vez, sin ella! La dificultad del parto hizo que naciera morado, casi negro por la falta de oxígeno en mis pequeños pulmones. Aquello, unido a la escasa luz de los mecheros, sirvió para que -ya desde allí- me clavaran el sobrenombre de "negro" con el que me conocen hasta hoy en el seno de mi familia. El hecho que naciera de noche era motivo de satisfacción para mi madre. Para ella la noche daba virtudes como la humildad, la sencillez, el decoro, la sobriedad y la introversión, y yo tenía mucho de lo primero y lo último: humildad y timidez. Es más, creo que mi ser todo estaba lleno de solo esas dos cosas. Era ya humilde de cuna, lo segundo me vino como yapa*. Demás está decir que no fui solo yo a contagiarme e infectarme de las creencias y supersticiones de mi madre. Sus hijos éramos 7 (número cabalístico), pero contando a cuantos vivíamos bajo el mismo techo en aquellos tiempos idos, el número sobrepasaba con soltura los 14, todos infestados y contaminados de aquellos extraños virus. Pruebo a hacer un elenco de las que más recuerdo: Mi preferido era aquel de alzarse con el pie izquierdo, daré detalles más adelante. Derramar sal trae mala suerte, romper un espejo son 7 años de mala fortuna; que se te cruce un gato negro, señal de mal augurio en el futuro inmediato; barrer los pies de una joven, se casará con un viejo; soñar ovillo, un largo viaje; soñar que se baja, sube o vuela, cada cosa tenía un significado específico. Otros: El vuelo de un moscón u orongoy (avispón negro, grande) dentro casa, era el ánima de un ser querido ya fallecido; en los remolinos de viento y polvo (los shucucuy), danzaba el diablo y recuerdo que mi mamá hacía plegarias a la luna y a las altas nubes pasajeras. Entre los ritos más curiosos que recuerdo están el visitar, orar y encender velas en 7 iglesias o capillas para atraer la buena fortuna, pero se tenía que agregar la fe, mucha fe. Para lo mismo servían los huayruros, la ruda y llevar consigo la estampita del santo preferido (el mío era Fray Martín que de tanto llevarlo en el bolsillo terminó ajado y descolorido, y sin haberme hecho ni siquiera un milagrito. Luego sería Santa Rosa y terminaría con el Corazón de Jesús). Recuerdo que mi madre ataba una cinta roja en la muñequita a los bebés de la casa para evitarles el mal de ojo. Aquello de las 7 iglesias y capillas podía usarse también para pedir una sanción para alguien que causó daño. El ritual era el mismo, cambiaban las oraciones y se podía agregar el lloro y llanto de las víctimas. Es decir, se debía hacer un gran acopio de lágrimas para ir a derramarlas en las 7 iglesias. Y la cosa podía hacerse dramática y concluyente si se encendían las velas de cabeza, con las mechas hacia abajo; se decía que con este ritual se podía causar la muerte o un daño muy grave. Estas cosas las escuché, no asistí jamás a un acto de esta clase. Relativo a los sueños había tantos, soñar candela, agua turbia, etc. de las que referí en un post precedente. Pero,...eran ciertas todas estas creencias y daban resultados la ejecución y seguimiento de aquellas prácticas y rituales? A mí personalmente me sirvieron de muy poco y aquí quiero hablar de cuánto profundamente habían penetrado en mí las creencias de mi mamá. Aquello de levantarse con el pie izquierdo se había convertido en un pilar en el cimiento de mi personalidad. No lo decía a nadie pero cada mañana, de cualquiera que fuese la posición en que me hallaba respecto del suelo, yo solía poner primero en él... mi pie derecho! Y eso era ya un gran inicio de jornada! Con aquel rito y aquello de la estampita, y posteriormente el hecho de persignarme hasta 3 y 4 veces al pasar por las iglesias, capillas o cruces (entiéndase cruces como plural de cruz, aquella del calvario), creía estar en regla para afrontar el porvenir sin mayores temores. Y lo hacía con fe. Primero era la fe del niño y después del adolescente, joven y posteriormente adulto mayor. Creía ciegamente y aquello me liberaba de preocupaciones, pues Dios y mis supersticiones salvaguardaban mi salud y fortuna, y aseguraban mi provenir! Qué mejor escudo y qué mejor coraza contra las adversidades! Era lo que me repetía a diario, pero algo no andaba bien, pues las cosas no cambiaban. Quizás era Dios que no se fijaba en la fe que yo profesaba o era algún error mío que, como una nube gris, entorpecía y dificultaba la mirada del divino. Con todo, mi fe continuaba irremovible, inquebrantable.
Los niños necesitan muy poco para ser felices. Yo lo fui al lado de mi mamá, papá y hermanos. Ví pobreza en mi rededor. Nos inventábamos juguetes y juegos con los niños del vecindario. Bastaba un pequeño listón de madera atado a un retazo de pavilo para tener un Jeep o un camión. Una lata de portola vacía era un volquete. Construíamos carreteras, puentes y túneles, creábamos de la nada nuestros pequeños mundos y nos sumergíamos en ellos durante la distracción de nuestras madres o cuando ellas nos lo permitían conscientemente. Pero los niños crecen, y yo crecí. Mi padre trabajaba tanto, pero nuestra situación de pobreza no cambiaba. Más aún, cuando mi padre emigró por trabajo y nos dejó junto a nuestra madre en nuestra ciudad natal, nuestra situación de pobreza creció, o por lo menos esa es la impresión que conservo en mi memoria.
Los 7 hermanos seguíamos creciendo, la edad de mi madre aumentaba, pero la pobreza no se iba; nos circundaba y nos mantenía a raya mordiéndonos los calcaños como perros de caza que, una vez alcanzada la presa, no le dan tregua. Y nosotros ahí, a sufrir las penas del infierno, pegados como chicle a nuestras creencias, esperanzados en el cambio de nuestras suertes a golpe de oraciones y de supersticiones.
Los mayores partimos, dejamos nuestra tierra natal. Conseguimos trabajo en la Capital y...un poco cambió todo, pero la pobreza nos seguía y nos daba alcance en cada recodo. Corría la década de los noventa, habíamos superado la hiperinflación del 88 provocada por el mal gobierno de Alan, afrontado con denuedo y sacrificios las consecuencias del Fujishock del 90, todos nosotros continuábamos con nuestras oraciones y con nuestros rituales. Yo personalmente seguía poniendo al suelo mi pie derecho cada mañana al alzarme, la estampita de Fray Martín había ya cedido su lugar a la del Corazón de Jesús y seguía persignándome hasta 4 veces frente a iglesias, capillas y cruces. Hasta entonces no me había preguntado a qué sirvió toda aquella artillería de fe y rituales seguido por años, religiosamente. La década del 2000 me cogió en las mismas, pero se insinuaban ya dentro de mí algunas señales de ruptura con todo aquello. Empecé conversando con los Testigos de Jehová, poniendo en tela de juicio algunos pasajes bíblicos que, a mi modesto entender, no concordaban con un análisis racional. Ellos, muy cordiales, intentaban darme respuestas, las mismas que no me convencían. Así, en el 2003, luego de un fatal accidente en el que perdiera la vida mi hijo mayor, decidí "mandar a rodar" todo. Me dije: "He vivido hasta hoy con credos, supersticiones y rituales varios, y mi vida no ha cambiado en absoluto. A partir de hoy haré todo lo contrario, a ver cuánto empeora mi situación...," y dejé de creer en Dios y en los santos, tiré al tacho la estampita y cada mañana religiosamente me levanto con el pie izquierdo! Lo hago hasta hoy!
No he dejado de ser el que era y soy, desde siempre he hecho mis buenas acciones y las sigo haciendo, no por complacer a Dios  o santo alguno, lo hago porque veo personas en peores condiciones que la mía. En resumen, no me he hecho rico, pero tampoco soy pobre, no tengo deudas en exceso y vivo la vida con alegría y optimismo. Y lo más importante: Vivo con la convicción de que Todo Depende de Mí, de lo que tengo dentro, de mis capacidades y fuerza. No hay un Dios externo, pues está dentro de mí, Soy mi propio Dios. Creo solo en mí y me  tengo Fe y Esperanza. Doy lo mejor de mí a mi Familia, a la vida no le pido nada, le doy lo que puedo! Intento ser cuidadoso con el medio ambiente y con nuestro Planeta y me amo sobre todas las cosas! Estoy en el ocaso de mi existencia, he aprehendido cosas como las que aquí escribo y describo, lo que enseño a mis hijos y predico entre parientes y amigos. Y termino diciendo: No hay Ningún Dios Externo ni santo o rito que valga, Dios eresTú! Y puedes fabricarte tus propios milagros!

(*) Yapa = regionalismo de la sierra central del Perú, significa añadidura, adición o agregado que se da por la compra de algo. Ejm. "Tome su yapa, caserita"

Commenti

Post popolari in questo blog

Carta para mi hijo que pronto será papá.

La curva del diablo

¿Perder soga y cabra?