Y dicho y hecho! (vaticinios de mi madre).

El argumento de fondo de este relato tiene sustento en los recuerdos de mi esposa. 

Era mayo, en julio de aquel año habríamos cumplido cinco años de casados que no habían pasado en vano. La cigüeña nos había visitado ya en dos oportunidades, trayendo en cada ocasión un varoncito. Quedamos estupefactos al leer “varón” en la tarjeta pegada al atadito que traía la zancuda cuando aterrizó con nuestro segundo hijo, "No puede ser, nuestro ideal era una parejita!", dijimos casi al unísono, en voz baja para no despertar al recién llegadito. La cigüeña, con dificultad (tenía el pico ocupado) respondió que los varoncitos estaban en oferta y que además eran lindos! Sin duda, eran bellos nuestros dos nenes (y qué nenes no lo son ante los ojos de mamá y papá?) Nos miramos resignados y sólo en aquel momento quitamos el atadijo que colgaba del largo pico del ave. Venía envuelto en unos blanquísimos pañales de seda y terciopelo puestos sobre también níveas y suaves plumas de ganso siberiano. Era un espectáculo digno de dioses asistir a aquella escena! Descubrir las suaves carnecitas del bebé y su miradita que nos invitaba a acariciarlo y apapacharlo, era emocionante! Aquel ser pequeñito e indefenso llenaba todo el ambiente, nuestras mentes y corazones de una infinita ternura. La cigüeña estaba presente aún, parecía estar cierta y orgullosa del buen trabajo realizado. Era así, en efecto. Sin embargo, con voz grave me dirigí a ella: "Por favor, señora cigüeña, la próxima vez ahórrese el largo viaje si no tiene la certeza de traernos una nena". El ave hizo un gesto extraño, mezcla de disgusto y resentimiento, y alzó el vuelo! Al parecer no había entendido que habríamos querido una niña! 

He hablado harto sobre las creencias y supersticiones de mi madre, tanto que pensé haber ya agotado las historias sobre tales argumentos. Mi madre era analfabeta, lo dije en alguna parte. Debió su analfabetismo al machismo exacerbado de las gentes que echaron hijos al mundo en el tiempo que ella naciera. Solo los varones tenían derecho a la educación. Las mujercitas eran consideradas una nulidad para los trabajos físicos e intelectuales, y por ello eran relegadas a los quehaceres más humildes de la casa: Cuidado, aseo, cocina, hilandería, tejeduría o, en el mayor de los casos, al pastoreo mientras niñas o jóvenes. Más tarde a la atención del marido y cuidado de los hijos, y no había más. "Para tener marido y cuidar de los hijos, no se necesita ir a la escuela", era la regla de esos tiempos que la Historia no cuenta por vergüenza, o quizás porque los hechos están escritos con tinta negra sobre páginas oscuras.

Pensar en aquellos años me hace verme como un irresponsable. Con mi esposa estábamos haciendo los últimos años de universidad. No vivíamos, sobrevivíamos apenas, éramos pobres! Nos salvaba de la indigencia un pedazo de tierra habido con esfuerzo, sudor y lágrimas. En él teníamos la intención de construir una casa o algo que se le pareciera: cuatro paredes y un techo decíamos que bastarían. Era dura la vida. Lo es aún, pero hoy tenemos otras armas de las que nos ha dotado la experiencia y la vida misma. Queríamos construir algo palpable, mi esposa estaba empecinada en la casi imposible empresa. Aprovechaba hasta sus mínimos tiempos disponibles para "construir futuro" y hacer realidad "la casa". Y me contagiaba sus ímpetus, estimulaba e incitaba, dependiendo de sus humores. Aún hoy me emociono al recordar: Pisábamos el barro y poníamos a secar los adobes al sol, hasta mi primogénito a su corta edad colaboraba en los trabajos (o intentaba hacerlo) con sus minúsculas manos, el otro estaba aún pegado al biberón y a las tetas de mamá. Una tarde, como por milagro...el muro apareció! Un primo mío venido de la sierra quiso darnos una mano uniendo su experiencia a nuestra ineptitud e imcompetencia en materia. Al día siguiente apareció otra pared más haciendo ángulo con aquella primera. Parecía un sueño. Más aún, parecía un prodigio, una cosa salida de la nada! Casi no lo podía yo creer, pero era gratificante ver cómo los muros se alzaban desde el suelo adobe sobre adobe.

Y aquí entra a tallar mi madre. Ella desde su casa que se ubicaba en la calle paralela a la nuestra (que aún no era tal), venía cada vez que le era posible, a veces con limonada para calmar la sed de los que "construíamos" (me incluyo porque con algo de mi esfuerzo y sudor contribuí a la consecusión de la obra). Todo ocurrió aquel día, fue mi madre la que se percató de aquella casi imperceptible fisura en el muro recién construído, y se dirigió a mi esposa: "Olguita, aquí hay una rajadura, mira, y esto no es bueno...significa que morirá alguien, si no el propietario, será el constructor". Efectivamente, mirando bien aquel muro, podía verse una sutil brecha  que en la base era un hilo casi invisible y a medida que subía se iba haciendo más evidente. Pero la cosa no terminaría allí: En aquel momento mi esposa levantaba un adobe para acercarlo a quien construía, mi primo, para aligerarle el trabajo. Y he aquí que debajo de aquel adobe se hallaba una lagartija (shulash en el lenguaje de mi mamá) durmiendo plácidamente. Ante ello mi madre lanzó otro de sus presagios, motivos de este post: "Ay, Olguita, tú no vas a vivir en esta casa...te vas a ir muy lejos". Y lo decía con seriedad y autoridad, como quien tiene la certeza que sus palabras se cumplirán. Y aquí me viene natural una pregunta: Tenía mi madre algún poder? Mi esposa no dió importancia al hecho, lo tomó como lo que eran: Palabras soltadas al viento, que el viento se encargaría de llevarlas lejos y callarlas. Pero...

Y dicho y hecho! Las cuatro paredes y el techo se terminaron de hacer poco a poco. He dudado siempre si llamarlo casa, lo cierto es que nos cobijó y cumplió con su cometido en modo egregio, aunque por poco tiempo. Pero qué hay de los presagios de mi madre? Es increíble, pero ambas cosas se verificaron: El constructor, mi primo y omónimo mío, falleció un año y medio después, en circunstancias extrañas en Cerro de Pasco. Otro: Apenas terminadas nuestras carreras, con mi esposa e hijos emigramos hacia la Capital primero, más tarde hacia Europa donde residimos hasta la actualidad. Los cuatro muros y el techo quedaron allá. Los amigos de lo ajeno hicieron de las suyas y se llevaron las pocas cosas de allí, cosas de poco valor comercial, pero de mucho valor sentimental. Más tarde hubo necesidad de deshacer lo hecho, pues los fumones y adictos, y alibabás varios habían convertido "mi casa" en una cueva de ladrones. Destechar fue más laborioso que arrasar los muros. Actualmente quedan solo los muros perimetrales. Los presagios de mi madre no incluyeron este último estado de cosas. O quizás sí?

Mucha gente admiraba a mi madre por sus dotes proféticas y adivinatorias. Ella sabía "ver la coca", leer lo que las verdes hojas presagiaban a los interesados sobre viajes, matrimonio, negocios, enfermedades, etc. También sabía curar el susto y múltiples males de neonatos y niños. Mi memoria guarda algunos recuerdos curiosos de ella, y uno en particular que, cuando niño, me hacía verla como a una mujer con poderes mágicos: Soplaba a las altas nubes que amenazaban lluvia mientras con sus manos hacía gestos de “anda, vete”, y las nubes se retiraban y no llovía. Ella era de Julio, decía que aquello lo podían hacer sólo los nacidos en los meses de estío, si soplaba uno nacido en invierno, producía el efecto contrario! Mi madre podría haber hecho fortuna con sus dones, pero no cobraba a sus asiduos visitantes. Qué les puedo cobrar a unos pobres como yo también…”, eran sus palabras literales y apenas aceptaba una que otra propina o regalo. Es que mi madre era así, y no tenía remedio; era capaz de ceder su pan y quedarse sin comer. Mi madre tenía un corazón muy tierno. Lo dije en alguna parte: “Madre Teresa le quedaba chico” en cuanto a caridad. Cuanto a sus vaticinios, no creo que mi madre tuviera algún poder sobrenatural, lo que cuento en este post han sido solo coincidencias como muchas que se dan en la vida, pienso.


Commenti

Post popolari in questo blog

Carta para mi hijo que pronto será papá.

La curva del diablo

¿Perder soga y cabra?