Grecia en mis sueños (continuaciòn de Mis sueños son solo...)


Màs tarde, en el preludio de mi adolescencia, en uno de mis sueños asistì a mi proprio funeral. Sucediò en mi Huànuco natal. Fue un sueño curioso: Mi féretro, de color madera, era llevado en hombros por desconocidos, como en una procesiòn por en medio de la calzada y pasaba frente al cementerio de la ciudad... y no entraba en él! Una muchedumbre acompañaba el cortejo funerario. Yo, mezclado entre la gente, desde el costado izquierdo, a poca distancia del ataùd, sin pesar ni sentimiento alguno, asistìa a mis exequias. Nadie derramaba làgrimas, solo gente seria, muy seria.
Conviene decir que no le dì importancia al hecho. No recuerdo siquiera haberlo contado a mi madre. A propòsito, ella tenìa su propio manual de sueños y significados que no se alejaban de los que dictaba el imaginario colectivo: Por ejemplo, soñar hilo significaba viaje; candela, maledicencias de la gente; agua turbia, enfermedad; agua limpia y clara, buena salud; subir, buena suerte; bajar, mala fortuna y, aunque parezca mentira, soñar mierda significaba… dinero!
Y ahora viene Grecia!… Iniciando la secundaria, en el curso de Historia Universal, llamò mucho mi atenciòn la caràtula del libro “Oriente, Grecia y Roma” de Antonio Guevara Espinoza. Allì estaban las fotos de grandes monumentos històricos universales: Las Piràmides de Egipto, El Parthenòn de Grecia y El Foro Romano!
Qué decir?, quedé prendado! Màs aùn, aquello encendiò mi fantasìa a la par que hizo nacer en mì un ìntimo deseo de conocer directo y en persona aquellos encantadores legados de antiguas y lejanas culturas. “Es una quimera”, me dije entonces.
No recuerdo si aquella misma noche tuve este sueño: Me hallaba recostado en un lindìsimo prado atravesado por un arroyuelo de aguas purìsimas. Un verde intenso en todo el rededor y en el fondo, en alto, el imponente Parthenòn. Fue un sueño hermoso. El cuadro que vì semejaba el de una pelìcula en Technicolor. Lo recuerdo como si lo hubiera soñado anoche, inolvidable.
Me he preguntado muchas veces si aquel sueño era una revelaciòn o vaticinio y, aùn si màs tarde, haciendo caso a las exigencias del azar, llegué a residir en la Ciudad Eterna -y vivo aùn en Roma-, la respuesta que me he dado es: No. 
Concluyendo, puedo decir con convencimiento, al menos en lo que a mì respecta, que los sueños no son màs que juegos, fantasìas y bromas de nuestro subconsciente. Imagino que, mientras nuestro consciente descansa, nuestro subconsciente se divierte urdiendo situaciones, las màs de las veces disparatadas y fantàsticas.
Nota: No he coronado hasta el momento mi deseo de ver y palpar El Parthenòn. Es decir, Grecia sigue siendo un sueño.

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