Mis sueños han sido solo eso: sueños.

Digo siempre que los mejores años de mi vida los pasé en la selva de mi paìs. De allà tengo los mejores recuerdos, pero no olvido algunas situaciones particulares que excepcionalmente turbaron la tranquilidad del niño que era entonces. En la época de los hechos recuerdo que vivìamos en una casa hecha de solo maderas, similar a aquellas que se ven en los films de los buscadores de oro del lejano oeste, digo hoy.
Una de esas situaciones particulares lo constituyeron mis sueños nocturnos.
No debo haber tenido màs de 7 años. Tenìa temor a la noche, tenìa miedo de ir a la cama, a dormir. A determinada hora, por fuerza tenìa que hacerlo.
Ciertas noches mi madre se percataba de mi temor y se acostaba a mi lado. Con la seguridad que me infundìa el tenerla vecina, me adormecìa dulcemente y dormìa. De repente me hallaba solo en medio de nuestra habitaciòn cerrada. Podìa notar que era de mañana por los rayos de sol que penetraban por las rendijas de la pared de tablas. Veìa penumbra en el fondo de la habitaciòn, pero fuera la luz era brillante. Veìa en alto el techo de calaminas y veìa con nitidez las vigas y travesaños que la soportaban. Mi mirada se detenìa en los travesaños. Eran uno en alto, dos laterales a mitad entre aquel en alto y los otros dos que corrìan por la cima de los muros, todos paralelos. Querìa llegar al travesaño central. Subìa, àgil como un chimpancé, cogiéndome de las rendijas entre tabla y tabla. Llegaba a la cima del muro por donde se colaban los rayos solares. Allì, cogido firme con mis dos manos del muro, balanceaba mi cuerpo en el espacio y sentìa una agradable sensaciòn. Luego, desde esa posiciòn, cogido aùn con mi mano izquierda de la ùltima rendija del muro, con mi mano derecha intentaba alcanzar el travesaño central, aquel a mitad entre el muro y la parte màs alta del techo. Mis dedos apenas lo rozaban. Soltaba un tantito mis dedos del muro y reacomodaba la postura de mis piernas para impulsarme. Hacìa esto varias veces y decidìa dar el salto final. Me soltaba del muro a la par que mis piernas me impulsaban…, mi mano derecha lograba acariciar la parte superior del madero, pero no lograba cogerme. Sentìa que mis uñas rasgaban el leño. Mi cuerpo cambiaba de posiciòn en el aire y… caìa con la cabeza dirigida al piso... a un espacio oscuro sin fondo!. El efecto de la caìda me producìa un desesperante vacìo en el estòmago...y despertaba sobresaltado y sudoroso! Habìa sido un sueño, una vez màs.
Aquel sueño se repitiò tantas veces, no recuerdo cuantas ni por cuànto tiempo, pero sin exagerar, fueron tantos que, aquello no era ya solo un sueño, sino una pesadilla! De allì mi temor de ir a dormir.
La reiteraciòn hizo que quedara esculpido en mi memoria. No recuerdo otros sueños antes de aquel y desconozco hasta hoy las razones. Qué cosa significaba?, era una revelaciòn, un vaticinio, una profecìa?
Desde cuando iniciò mi interés por los sueños, he buscado relacionar éste con pasajes de mi vida, sin resultado alguno. Moisés ya no estaba, ni yo era el faraòn para que me revelara el significado. A propòsito, recuerdan las 7 vacas gordas que salìan del Nilo y las 7 vacas flacas que salìan detràs, y que éstas se comìan a las vacas gordas? Eran tiempos bìblicos. En la biblia se habla mucho de sueños, de las revelaciones que hizo Dios a distintos personajes: a Salomòn, por ejemplo, o a José, el padre de Jesùs. En la biblia hay un sinnùmero.
Desde aquel primero, he tenido otros tantos sueños. Asì, siempre en mi infancia, en la selva de mi paìs, recuerdo haber soñado ‘el juicio final’. Aquello, sin duda, era producto de las prédicas y charlas de algunos curas y evangelizadores que de tiempo en tiempo pasaban por aquellos lares olvidados de Dios y del gobierno central, y hablaban de arrepentimiento y de la pronta venida de Cristo para juzgar a vivos y muertos. Mi mente creaba imàgenes de espanto. Veìa muertos que salìan de sus tumbas y a otros, ya salidos, caminar como zombies en un paisaje sombrìo, y veìa bajar del cielo una especie de manto borroso que poco a poco, a medida que se avecinaba a la tierra, resultaba ser la tùnica de Jesùs redentor que traìa una cruz en la mano derecha. En su mano izquierda tenìa una làmpara que, extrañamente, hacìa huir a aquellos que salìan de sus tumbas. No habìa uno que se avecinara al Redentor, todos huìan de él…!

Solo ahora digo que aquellos escapaban del duro juicio divino. En aquel entonces mi ser todo vivìa subyugado al temor que me causaba el solo pensamiento del fin del mundo. Y sufrìa callado, en silencio.
Continuarà...



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