Un día como hoy.

Casi a escondidas, hace 59 años, vine a este mundo. Dice mi madre que escogí la madrugada 'para salir'. No sé si lloré, pues de ese detalle no se acuerda ella, yo menos, aunque pienso que sí, pues todos los bebés -o casi todos- lloran al nacer, dizque presagiando los duros golpes que le propinará la vida a partir de aquel momento.
Pero, ¡ay de aquellos que no lloren!, les cae un palmazo en la nalguita, propinado por el doctor, doctora o partera que, pienso, no les deja otra alternativa que la de soltar los gritos acompañados de lágrimas. Creo que no fue mi caso y, aprovecho para manifestar mi desacuerdo con esa práctica chocante que, para mí, es el primer trauma que se crea en el nuevo ciudadano. No sé si alguien habrá escrito al respecto, pero si no lo han hecho, es tiempo que lo hagan. Es una práctica atroz.
Sé que nací en casa y que mi abuela hizo de partera. Desconozco detalles de mi nacimiento, es posible que mi madre haya tenido problemas en 'los tiempos de expulsión', pues nací 'moradito'. Ese hecho agregado a la casi oscuridad, pues la iluminación de las habitaciones y ambientes era a base de velas y mecheros a kerosene, hizo que me endosaran, ya en aquel primer momento, el sobrenombre de "negro".
- ¡Es negro!, dijo alguien de los presentes con cierto pesar, ocultando mal su antipatía por la gente de color.
- ¡Es negrito!, dijo otra voz, distrayendo la atención de los presentes hacia aquel primero, pues negrito es ya una palabra que se puede digerir, tranquilamente.
Inconsciente de lo ocurrido, en aquellos primeros momentos fuera del grembo materno, no imaginaba siquiera los complejos que me acarrearía años más adelante aquel bendito sobrenombre.
Lo extraño, muy extraño de mi caso -lo descubrí muy tarde-, es que aquel apodo de 'negro', que para nada me gustaba, giraba solo dentro de mi entorno familiar y, apenas, entre el vecindario. No pegó jamás en la escuela, no en el colegio, menos aún en la superior. La razón de ello radica en el verdadero color de mi piel: No soy blanco, pero tampoco soy negro; mi piel tiene el color de las estaciones, pero al revés. En invierno, cuando casi todo se ensombrece, mi piel se aclara; en cambio en verano, cuando hay más luz y calor, mi piel se oscurece. Un fenómeno contrastante, extraño como mi carácter, que pretende dar la contra a todo lo establecido, a todo lo obvio.
Bueno, creo que esta página se está convirtiendo en 'mi confesionario', pues sin querer queriendo estoy 'confesando' rasgos de mi personalidad y carácter que, no sé si se le puede importar algún qué a alguien.
Y, así, 'vestido' con todos mis traumas -no sé si ya los traía puestos-, con mis muchos defectos y pocas, poquísimas virtudes, vine... y aún estoy aquí!
Nota: Mi madre se congratulaba de que sus hijos hubieran nacido todos de noche o madrugada, y creo que aún se congratula, pues en la tierra de ella existe (¿existía?) la creencia que los niños nacidos en el día son, cuando grandes, sinvergüenzas y descarados, cínicos y granujas. En cambio los otros, moderados, tímidos, decentes, honrados. He anotado que es solo creencia, pues la moralidad, amoralidad o inmoralidad de los individuos, se forjan de acuerdo al entorno socio-económico-cultural en que nacen y crecen.


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