Suelo y Cielo.

Quedado, en mi tierra natal es un adjetivo que se usa para designar a uno tonto. Quedadazo, significa un poco màs que eso, un 'retrasado mental'. Yo no llegaba a tanto, creo, pero no puedo negar que Mamà Natura no me habìa (ha) dotado de un Gran Cerebro. Siendo asì, en las pocas oportunidades que mi madre me pillaba para hacerme 'hacer algo', yo no tenìa mayores inconvenientes en 'demostrar mi tontera, mi quedadez'. "Negro, tràeme un poco de agua...", gritaba mi madre desde la cocina. Ciertamente, ya me habìa puesto la punterìa, sabìa que 'el negro' estaba merodeando por ahì, muy cerca. Con cierto desgano, me dirigìa al cilindro, cogìa el balde, lo llenaba a mitad (recuèrdese que mi madre querìa solo "un poco de agua") y me dirigìa a la cocina. Ya allì, mientras mi madre, atareada en controlar el fuego y las ollas no me veìa, yo permanecìa de pie con el balde conteniendo aquel 'poco de agua'. Mi madre volteaba, me veìa, me quedaba mirando un tanto sorprendida por cualquier segundo, esperando mi reacciòn, la que no se producìa; solo en aquel momento "Pònlo en el suelo" me decìa. Y solo en aquel momento yo posaba el balde sobre el piso de tierra de la cocina. Es decir, què gran cosa, ¡sabìa yo dònde estaba el suelo! Es decir, ¡no era tan quedado!.
No lo recuerdo bien, pero ya por aquel tiempo, seguramente, la palabra cielo tambièn debe haber formado parte de mi restringido vocabulario. Con todo, debo admitir que mi razonamiento no alcanzaba a establecer diferencias sustanciales entre ambas palabras. Eran solo eso, palabras que mi mentalidad de niño no se habìa dado el trabajo de definir con convicciòn, con conocimiento, en modo razonable.
Màs tarde en el tiempo, cuando por razones de mi participaciòn en el coro de las iglesias en mi tierra natal y el màs constante uso de la palabra cielo, en determinado momento lleguè a ponerlos en contraposiciòn, un poco meditadamente. Definir suelo no me daba problemas, pues estaba bajo mis pies, y aùn cuando se hablaba de los diferentes tipos de suelo, la idea quedaba inmutable. No tenìa que dar tanto trabajo a mi 'intelecto' para tener una idea precisa de su significado.
En cambio con cielo el problema era diverso. Para darme la idea estaba siempre el alto, el arriba, las nubes y el azul del firmamento. Si me hallaba dentro casa, era el techo (el cielorraso que ya lo dice todo); dentro la iglesia, la idea de cielo me lo daba la cùpula o los campanarios. Al aire libre, en la calle, mi mirada buscaba las nubes en lo alto y, cuando no habìan nubes, todo el inmenso azul del espacio interestelar, allà donde brillan el sol y las estrellas. Hasta aquì, el concepto de cielo lo daba casi por descontado y, jamàs hasta entonces, me habìa puesto a pensar en el Cielo como Morada de Dios. Sucediò en mis tiempos de escuela cuando me enseñaban el catecismo y màs tarde en la secundaria, en las clases de Religiòn que eran mi fuerte, pues mis mejores calificaciones correspondìan a  tal materia. Cierto es que descollaba tambièn mucho en Lenguaje, Lengua y Literatura, y por algùn tiempo en Matemàticas y cursos afines que sirvieron para que mi nombre figurara en "El Cuadro de Honor" de mi colegio, la Primera Gran Unidad de mi ciudad, donde terminè de estudiar la Secundaria. Honor efìmero, fugaz, pasajero, muy precario, pero "Honor", al fin y al cabo.
Con todo, la palabra Cielo no me llevaba màs allà de las nubes. Mi fantasìa me hacìa ver 'la Morada de Dios' allì, sobre ellas. Una construcciòn celestial Maravillosa, imaginaba algo similar a una catedral con altìsimas torres y campanarios, con una cùpula enorme; toda, toda de un color blanco esplendente, y gente y àngeles con atuendos y alas del mismo blancor.
Parecìa ya que, para mi poco y tardìo entendimiento, suelo y cielo finalmente habìan encontrado el significado que les correpondìa en definitiva, pero no serìa asì por siempre. Habiendo nacido en Perù y vivido solo dentro de los confines de mi patria, la idea de suelo solo se enriqueciò en razòn de mis viajes por costa, sierra y selva. Tuve ocasiòn de conocer suelos àridos y desèrticos en algunas partes del sur y norte del Perù, y suelos fecundos y exuberantes en los valles costeros, interandinos y en las savanas de la extensa selva, donde mis ojos no alcanzaban a hurgar en el verde intenso de la floresta.
Cielo en cambio era todo lo que se hallaba en lo alto, las nubes y màs allà de ellas. Mi mente no se habìa detenido a pensar en los 'diversos' cielos que se hallan en todo el planeta a segundas de dònde se encuentre uno. Asì, si efectivamente la Tierra tiene su Arriba situado en el Polo Norte, para los moradores de aquella parte del globo, el Cielo està propiamente Arriba. Todo lo contrario si uno se halla en el Polo Sur (abajo).
Como todos estamos 'adheridos' a la Tierra como si fuèramos CLAVOS pegados a un inmenso IMAN de forma de pelota, el cielo està sobre nuestras cabezas. Arriba, abajo y al costado dependiendo de dònde nos encontremos. Es decir, no hay un solo Cielo desde mi 'quedado' punto de vista. Màs bien, existirìan el cielo de arriba, el cielo de abajo y los cielos de todos los puntos intermedios; es decir, una infinidad de cielos.
Dicho esto, convendrìa averiguar en cual de esos tantos cielos, se encuentra la Morada de Dios. Saberlo me ayudarìa a Recuperar mi Fe y mi Creencia en El.
El discurso da para màs, pero lo dejamos allì hasta mejor ocasiòn.


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