Descansa en paz Julio.

Ayer tarde a las cinco se apagó la vida de aquel que en vida fue Julio Jara, mi padre. Se fue despacito, en silencio, casi a escondidas; con su caminar pausado, la mirada mustia y el rostro adolorido, producto de 'los palos' que le propinó el tiempo.
Nació una noche de lluvia y truenos, un 18 de Mayo de 1927, en Llata, capital de la provincia de Huamalíes, en el departamento de Huánuco, en el Perú profundo. La lluvia y los truenos de aquella noche eran el presagio de las borrascas que afrontaría durante su paso por este mundo.
La vida le puso muchos obstáculos, pero él jamás perdió las esperanzas de un mañana mejor; y siempre, después de una caída se levantaba con optimismo, dispuesto a continuar en la brega.
Hombre honesto, trabajador esforzado, había escuchado o leído que 'solo con el trabajo se puede crear riqueza' e hizo suya la frase. Jamás se preguntó: ¿Riqueza para quién o quienes?, porque él -mi padre- trabajó como negro durante la mejor parte de su vida, pero jamás, ni siquiera rozó, más allá de los confines de la pobreza. Y nosotros sus hijos con él. Pero nos dejó su optimismo, su esperanza, su fe.
El popular 'Micho' para sus hermanos y familiares, dizque porque nació peladito como los misioneros franciscanos de esos tiempos, o llamado 'Cañi' o 'Cañipaco' por los amigos más íntimos, era un tipo muy cordial, educado y alegre. De saber de su partida, seguramente muchos de los amigos y conocidos en el norte, centro y sur, en las tres regiones naturales del Perú, no ocultarían su pesar.
Julio ha seguido 'el ejemplo' de muchos. Y muchos aún seguirán las huellas de él, huellas equivocadas que -como a él- los llevarán 'a trabajar para solo sobrevivir a malapena', para crear riqueza para otros.
Hago estas reflexiones, quizás tardías, pero me ayudan (nos ayudan a todos tus hijos) a buscar otros caminos, a seguir otras huellas.
Pero no, no es un reclamo, no es una queja en tu ausencia. Nada te puedo reclamar, tus hijos nada te podemos reclamar, has hecho lo que has podido y 'lo que has creído necesario y justo'. No es malo equivocarse, aún si en esa equivocación se te fue la vida entera. Ha sido la semilla que plantaron en ti tus padres, y tú lo trasplantaste en tus hijos. Quedará ahí. No pasará más allá.
Y le daremos sentido a tu existencia, ahora que ya no estás, que te fuiste llevándote a cuestas tus virtudes y tus pecados, y tus vivencias y recuerdos.
Tus sacrificios no han sido inútiles Julio, pues nos han ayudado a entender la vida en su esencia. De algún modo nos has hecho ver 'los nuevos senderos' por donde deberemos encaminar a nuestros hijos (tus nietos), y ellos a los suyos (tus bisniestos), y así sucesivamente. La semilla que trasplantaste en nosotros, querido Julio, dará nuevos frutos, mejores. Tú lo habrías querido así.
Te hemos querido desde siempre y te tendremos en nuestras memorias hasta el fin de nuestros días, y quizás -si posible- hasta la eternidad.
Descansa en paz.

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