¿He olvidado a Dios?*

Ayer fue "Viernes Santo", fecha muy importante en la creencia católica, pero ni siquiera lo tomé en cuenta. Ocupado en mis quehaceres y buscando mengua para mis achaques prematuros, no me fijé en el calendario, o quizás sí, pero los tiempos (mis tiempos) han cambiado, han mutado, se han transformado. Yo mismo ya no soy el mismo de los años de mi niñez, de cuando comenzando desde el mediodía del Jueves Santo me invadía una sensación de 'extraña soledad' e inseguridad. Es que 'Dios estaba por morir' y, en mi frágil mente de niño de campo, casi montaraz, imaginaba al mundo desolado, débiles y desprotegidos a los seres que lo pueblan, expuestos sobremanera a los ataques del maligno. Lo que me embargaba era una sensación de casi absoluta incerteza e inseguridad. Creía que 'no estando Dios' vivo, vigilante, cualquier cosa (no sabía qué) podía sucedernos. Es decir, 'Dios era mi protector' y mi dador de seguridades en aquellos tiempos de mi ingenua infancia.
Aún los días soleados me parecían lúgubres, faltos de brillo. Todo mi rededor adquiría las formas de un inmenso cementerio. Silencioso, grave. Las palabras de mi madre empeoraban todas las espectativas: "No puedes jugar pelota, pues estás pateando la cabeza de Jesús". Esas frases y muchas otras, parecidas, terminaban por hacer de mí un 'niño atado' de pies y manos en esos lejanos jueves y viernes santo. Tampoco me gustaba el ayuno de los viernes santo. No se podía jugar que, eso podría haber sido un modo para distraer el hambre; no se podía tararear una canción o cantarla. Ahora me viene a la memoria que 'estaba prohibido' coger cuchillo, machete, hacha o instrumentos cortantes. ¡Tampoco podía usar mi honda!, pero con todo, creo que la gente de aquellos tiempos era más respetuosa del 'dolor divino' de Jesús crucificado.
Recuerdo que esperaba con impaciencia el Sábado de Gloria. Todo cambiaba en mi infantil mente, la resurrección de Jesús me devolvía a 'mi mundo habitual'. Y olvidaba mis preocupaciones y abatimiento. Volvía a ser yo mismo, sin frenos ni ataduras. Pateaba mi pelota desinflada sin miramientos. Tenía la certeza de 'no estar pateando la cabeza de Jesús'. ¡Qué ideas me metía mi madre! Pero ella no tenía culpa, pues eran las mismas ideas que le habían inculcado cuando niña, posiblemente sus padres y quienes conformaban su entorno en la sierra de donde provenía, en las alturas de Huánuco.
Recuerdo que en aquellos jóvenes tiempos todo mi ser estaba 'pendiente de Dios'. Y creo que también Él estaba pendiente de mí. Luego, envejeciendo yo y los tiempos conmigo -reconozco que no recuerdo exactamente en qué momento-, perdí contacto con casi todo lo celestial hasta llegar, en determinado momento, a descreer de la existencia Divina.
Lo que ha sucedido conmigo no es un fenómeno extraño. Mi razonamiento puede parecer banal, pero personalmente (sería raro que fuera de otro modo) creo que mis argumentos son válidos. Me ha sucedido también con el fútbol. Comparar mi relación con el fútbol a 'mi relación con Dios' seguramente parecerá más torpe aún, pero la dinámica ha sido casi la misma. A golpe de ser defraudado por las instituciones deportivas, a todo nivel, y no solo en mi patria, he dejado de creer en ese deporte de masas. Hoy no me llama la atención, para nada.
También Dios me ha defraudado a través de 'sus representantes' e instituciones terrenales. No entraré en detalles porque sería muy extenso enumerar. Solo quiero dejar establecido que no he olvidado a dios, pero ya no creo en él. Es un tema muy complicado, lo sé.

(*) Este post lo escribí en semana santa de este 2011 y recién hoy me atrevo a publicarlo.

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