¿La ley de la muerte?

Cuando niño no tenía idea de lo que fuese la muerte hasta que -debo haber tenido 6 o 7 años, pienso- supe que mi amiguito de juegos, un niño de mi misma edad (supongo) que sufría de epilepsia, murió ahogado en el río Tulumayo, en el actual distrito de Pumahuasi, en la selva central de mi pais. Mientras se bañaba le sobrevino uno de sus ataques y, fue fatal, pues no tenía a nadie vigilándolo.
Aquel hecho marcó mi 'relación' con la huesuda. No tenía idea completa de lo que suponía morir, pero recuerdo, cuando llegó a mis oídos la noticia sobre el fin de mi amiguito, pensé que lo volvería a ver todavía, en algún momento, para jugar sobre los montones de aserrín haciendo caminos, puentes y túneles por los que 'viajaríamos' aún, empujando con nuestras pequeñas manos nuestros rudimentarios carritos, retazos de listones que encontrábamos por doquier en los campos aledaños al aserradero de los Vásquez para el que trabajaban nuestros padres.
La segunda vez que mencionaron a la muerte en mi presencia fue cuando un centenario árbol, en las cercanías de la casa de un tío materno, aplastó a un vecino suyo. No era nada que me tocara en modo directo y, así, no le dí ninguna importancia. Mi idea de la muerte continuaba siendo sumamente vaga. Mi madre cuando quería asustarme o reprimir mis inquietudes, me asustaba con el alma, el tunche o el chullachaqui, jamás con la muerte.
El no tener una idea cabal de su significado, unido al hecho que no tuviera experiencias que me hubieran tocado directamente, creo que fueron una bendición. O tal vez no.
Más tarde, la muerte de mi abuela cuando yo pasaba de la pubertad a la adolescencia, no creó en mí ninguna seria preocupación, creo que ni pena. Sería posiblemente debido a que la pobrecita falleció lejos y, cuando llegó la noticia, solo me di por enterado y nada más. Es decir, hasta allí era aún completamente inconsciente del significado de muerte.
Es largo ya el camino de la vida que he transitado y, la primera vez -lo recuerdo- que la muerte me rozó con su guadaña fue cuando falleció en una volcadura la mujer del hermano menor de mi madre. Digo me rozó porque las escenas de dolor estaban 'muy cercanas' a mí, a mi familia; además, porque quedó huérfana mi primita, a apenas 1 añito y meses. El hecho fue chocante también por otros motivos: Mi madre quería 'adoptar' a la bebé, posiblemente habría tenido una vida de 'necesidades' como todos en mi casa, pero tengo la certeza de que habría 'vivido'. La familia de la difunta se opuso, mi madre con gran dolor tuvo que ceder a la criaturita. La bebé fue llevada a la sierra y, al cabo de unos meses, con gran pesar supimos de su muerte. Es decir, aquella vez la huesuda se había 'ensañado' en algún modo con mi familia y conmigo.
Desde aquella vez casi olvidé su existencia. En la década de los 80, un poco como para 'hacer notar' su presencia, en diversas ocasiones y circunstancias se presentó y cargó con amigos y compañeros de trabajo. Nada personal aún.
Hubo luego un laaargo paréntesis que me mantuvo lejos de preocupaciones sobre el particular, hasta que, sorpresivamente se hizo presente en el seno propio de mi familia. Fue el 15 de Enero del 2003. No sé si 'la muerte' lo tendría ya todo premeditado, pero para nosotros fue algo inesperado y sumamente doloroso, pues se trataba de mi hijo mayor. El dolor de su partida ha dejado heridas muy profundas que no sé si cicatrizarán del todo alguna vez. Fue como el sopapo de un gigante para advertirnos de su presencia y... de su poder.
Desde aquella fatídica madrugada, la 'calavera' ha estado rondando en torno a mi casa y al de mis familiares y parientes. Así, en el 2006 tocó a la puerta de Justiniano, mi tío de sangre. En el 2007 fue el turno de Landino, otro tío de sangre. En el 2008 se llevó a mi querido tío Mercedes Gómez y en el 2009 al 'Iska', otro de mis tíos materno. Es decir, se estaba acercando otra vez a mi puerta.
Tenía programado viajar a mi país en la segunda semana de Abril del 2010, pero el 30 de Marzo fallece mi padre. La idea de mi viaje era precisamente 'para despedirme' de él, pero se me adelantó. No sentí pena por la partida de don Julio, pues desde bastante tiempo era víctima de padecimientos a causa de su cáncer al hígado. Saber de su partida en aquellas circunstancias fue más bien un alivio, sobre todo pensando en mi madre y en mis hermanos que le estaban vecino, los mismos que se hacían eco de su dolor y penurias.
Casi finalizando el 2010, el 28 de Noviembre, inesperadamente partió mi gran amigo David. Más que amigo, mi cómplice en muchas aventuras de juventud. Un gran pesar, pues dejaba esposa y un hijo de apenas 11 años. Un hecho inesperado también, y prematuro además.
Es increíble, pero cada uno de estos episodios han servido para fortalecer 'mi lazo con la huesuda', para familiarizarme más con ella hasta el punto de perderle miedo, si es que en algún momento le tuve. Del mismo modo, han servido para recordarme que "La Vida Eterna" es solo un cuento, una fábula, una fantasía, utopía, quimera; en suma: una mentira. Percatarme de esto último ha sido muy útil para mí, pues me ha permitido establecer con ella -con la muerte- una relación de respeto, no de temor. Desde entonces la veo como a alguien que tiene 'una gran responsabilidad'. Nuestra vida es como una línea continua que inicia con el embarazo de nuestras mamás y termina con nuestro fallecimiento, pero ¿qué hay detrás de aquella línea continua? La muerte lo sabe, ella es el nexo.
¿Le temo a la muerte? Creo que está claro, no. Como todos, tengo la certeza que ella vendrá, temprano o tarde, lo quiera yo o no. En algún momento se me acercará, no sé si me mirará a los ojos antes o si me cogerá al improviso, por la espalda, a traición. Suceda como suceda no tiene importancia. Lo importante es que sucederá, y de eso tengo la plena certeza. Como cuando veo el sol resplandeciente de las mañanas y tengo la certeza de que la tarde llegará. O, al revés, cuando mis demonios nocturnos me asaltan y mis temores se avivan, sé con absoluta certeza que arribará el alba, y mis demonios y mis temores se irán.
"No decidí nacer, pero si puedo escoger morir", no sé si lo escuché o leí en alguna parte, pero esto me llevaría a discernir sobre eutanasia y suicidio que, al final, son la misma cosa y sirven -un poco- para aligerarle el trabajo a la huesuda. O, mejor dicho, para 'evitarle el trabajo de decidir por nosotros', y nada más, pero 'la que baja el telón' es siempre ella, y para ella no hay muerte. Entonces -ahora lo pienso-, si la vida (por esa bendita Ley) siempre tiene un final, la única 'eterna' es la muerte. ¡Qué dilema!.
Nacer, crecer, reproducirse y morir. Es la "Ley de la Vida" se dice, pero no será más bien ¿la Ley de la Muerte?.

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