Dios, mi abuela y yo.

Los hechos de sangre ocurridos en Francia el ùltimo 7 de Enero de este año, en la Redacciòn del Charlie Hebdo, una revista satìrica, me invitan a las reflexiones que siguen. Obvio el discurso sobre quièn creò a quièn, si Dios al hombre o el Hombre a dios, pero es muy doloroso saber que en  hechos de esta naturaleza estàn implicados siempre, la historia lo testimonia, solo los hombres, la raza humana. Tal parece que Dios se interesara solo de los seres con intelecto y dejara voluntariamente -yo dirìa premeditadamente- a su suerte, al resto de habitantes del planeta. Y eso ya es curioso, pero irè por partes: Para comenzar, recuerdo que de muy niño vivimos en casa de mi abuela, madre de mi papà, por mucho tiempo.
Mi abuela era una mujer muy devota, lo dije ya en algùn post anterior. Desde cuando tengo memoria la recuerdo yèndose a misa muy temprano, casi al alba y por las tardes era infaltable a los rosarios. Presumo que serìa la primera en llegar a la iglesia, pues muchas veces las campanas sonaban cuando ella, ya de mucho, habìa salido de casa. Otro recuerdo de su devociòn que me viene a la memoria es el rosario que siempre llevaba con ella y rezaba cada noche antes de acostarse. Ademàs, participaba en cada evento del santoral de la iglesia del barrio y en las kermeses y actividades que solìan organizar los pàrrocos. Su Fe a prueba de vicisitudes lo demostrò cuando, obligada a permanecer en cama por largos años aquejada de una paràlisis del lado izquierdo de su cuerpo, no dejò de rezar el rosario, mañana, tarde y noche, y de leer la Biblia que tenìa sobre el velador, siempre.
Mi abuela, muy respetuosa de los preceptos de Santa Madre iglesia, nos hacìa bautizar dentro del primer mes de nacidos, si no dentro de la primera semana, Y era ella que escogìa nuestros nombres de acuerdo al almanaque Bristol que no faltaba en casa, cada año.
Mi abuela fue un ejemplo de devociòn. Nadie en la familia, ni en la mìa, ni en la de ninguno de sus 9 hijos siguiò sus pasos. Mi padre desde siempre estuvo muy ocupado en conseguir el pan para los suyos (mi abuela, mi madre y nosotros sus hijos), no tuvo tiempo para Dios. Mi madre se ocupaba de las tareas domèsticas y de sus hijos, y de lavar ropa ajena que tampoco le alcanzaba tiempo para dedicarle al Divino. Mi abuela decìa que Dios todo lo veìa, que veìa la devociòn de ella y el sacrificio y la dedicaciòn al trabajo de sus hijos, que asì estaba bien, pero ('pero' lo digo yo).
Pero creo que para Dios no era suficiente. Mi padre sufriò un accidente en el que casi pierde la vida. En aquel momento creo que la devociòn de mi abuela servìa solo para llevar el bien a sus otros hijos, a mis tìos. Todos eran catòlicos, pero ninguno era practicante. Se dedicaban con abnegaciòn a sus quehaceres laborales y basta. A uno de ellos escuchè decir alguna vez: "Si no trabajo, Dios no darà de comer a mis hijos", una frase a la que restè importancia. 
En aquel entonces no tenìa preocupaciones, era apenas un niño, no tenìa nada que ver con las ideologìas ni los credos. Creo que aùn era puro, incontaminado, pese al ejemplo de mi abuela.
Màs tarde la escuela, los cursos de religiòn en el colegio en los que sacaba buenas notas, mi participaciòn en el coro de la parroquia (sin llegar a los extremos de mi abuela) y el hecho de acompañar, junto con chicos y chicas de mi edad, al curita del barrio a celebar misas en los pueblos vecinos, hicieron avecinarme a Dios. Fue asì que, para demostrar mi devociòn al Altìsimo, me persignaba hasta tres o cuatro veces al pasar por una iglesia. Era mi modo muy particular de demostrar mi creencia, mi devociòn. El padrenuestro, avemarìa y el credo me los sabìa de memoria, aparte de algunas paràbolas y pasajes bìblicos importantes. Sin embargo, ya entonces comenzaron a surgir, muy dentro de mì, las primeras dudas sobre la existencia o no de Dios. Mis razonamientos, todos ellos muy sencillos, partìan de mi abuelita. Ella, una señora que, a su devociòn por Dios y por los Santos, agregaba la compasiòn y caridad por los màs desvalidos, siendo ya nosotros mismos gente con apremios econòmicos y necesitados de benevolencia, no lograba entender por què Dios la castigaba con aquella paràlisis que la mantuvo por tantìsimos años, hasta su deceso, invàlida en cama. Ver a otras personas no devotas -entre ellos mis tìos y familia de mis amigos màs cercanos- gozar de buena salud y bienestar econòmico, atizaban mis dudas. En determinado momento me vino la idea que Dios no Existe. O que, si Existe, es Sordo y es Ciego. Lo decìa porque no habìa escuchado las plegarias abundantes de mi pobre abuela, ni visto sus obras de caridad y trabajos en y por la iglesia.
Mis dudas ya estaban allì, pero no abdicaba aùn de mis creencias y de mi Fe. Pocos años despuès, en la universidad, cuando el profesor del Curso de Concepciòn Fìsica del Universo tocò el tema de La Evoluciòn, me vino la casi Certeza que Dios no Existe. Que existe solo Natura regida por sus Propias Leyes, las mismas que son Universales. 
Pero no bastarìa para descreer por completo. Mi Fe tambaleaba, venìa e iba como la marea que sube y baja. Pasajes bìblicos como el Exodo reforzaban mi 'teorìa' de la no existencia de Dios. El hecho que dejara a su pueblo errante en el desierto por larguìsimos 40 años para luego conducirlos a una Tierra Prometida que ya tenìa dueños, para invadirlos y apropiarse, no eran un buen indicativo de su Poder y Omnipotencia. Màs aùn, el hecho de presentarse ante el faraòn y ante su Pueblo mismo a travès de un interlocutor, me hacìan pensar a cualquier problema de ìndole psicològico. Veìa a Dios como a mì mismo, con graves problemas de socializaciòn y con mucho temor de presentarse ante un nutrido pùblico. Pero, pese a todo seguìa persignàndome hasta tres veces al pasar por las iglesias y seguìa creyendo en El. Eran los rezagos de las enseñanzas de mi abuela. Cierto es que ella no me catequizò, no hablò jamàs conmigo de su fe, pero uno aprende tambièn viendo. Es asì que se imita. Otro lazo duro que me mantenìa atado a la creencia en Dios era la enfermedad de mi hijo mayor. El mismo hecho pero, servìa para -tantas veces- tirarLe en cara su Indiferencia e Insensibilidad. ¿Por què permitìa el sufrimiento de un niño, què pecado podìa haber cometido aquel ànima inocente?. Ya habìa sucedido con mi abuela y que sucediera tambièn con mi hijo, no era justo.
De todas formas, mi creencia estaba aùn allì presente. Inestable, casi apagado. Años màs tarde mi hijo morirìa, obvio detalles al respecto.
Tiempo despuès, cuando quedè sin trabajo, mi fe se reavivò. Fue entonces que comprendì perfectamente la cosa: Dios no existe, existen nuestras flaquezas, existe Nuestra Necesidad de Creer en Algo o en Alguien, algo de què cogernos, agarrarnos durante las Tempestades en el ocèano de la vida. Esta circunstancia sirviò para notar, darme cuenta que el grueso de los creyentes pertenecen a las clases necesitadas. Los ricos y potentes creen solo por convenienza. Lo mismo sucede con el clero de las distintas religiones. Cada una de ellas tiene un Dios particular, el Unico y Verdadero que quisieran imponer al entero mundo a costa de guerras y sangre. Precisamente lo que ocurriò en Francia.
Para terminar, quisiera anotar que, en algùn momento de mi existencia, en mi batalla entre creer y no, lleguè a otra conclusiòn: Que Dios se comporta  como los Polìticos. Le damos nuestra credibilidad y nuestro voto para que luego de elegido, en el Parlamento haga sus propias conveniencias. 
Una ùltima reflexiòn: El dios externo no existe, Existe solo el Dios que està dentro de nosotros. Es por ello que debemos tener FE solo en nosotros mismos, porque cada uno de nosotros somos Dios y podemos fabricarnos milagros a nuestra medida. El dios externo no harà nada por ti. Eres tu que tienes que trabajar y sacrificarte para conseguir algo en la vida. Ten Fe en ti mismo.



 


Commenti

Post popolari in questo blog

Carta para mi hijo que pronto será papá.

La curva del diablo

¿Perder soga y cabra?