Hueso duro de roer.

Ultimamente me sucede con inusitada frecuencia. Debe ser la edad, los años que se han adherido a mis huesos y a mis carnes como los anillos de los añosos àrboles. Pero no solo a mis huesos y a mis carnes que son tangibles, sino tambièn a mi memoria que hasta no hace mucho yo consideraba intangible e inmutable, algo como mi espìritu, mi alma o la Esencia misma que me da la Vida.
 Pero la cosa no es para llorar ni lamentarse, pues la vida es un certamen (el que gusta puede llamarlo maratòn, torneo, desafìo o concurso) en el que Natura ha puesto sus Reglas de Oro que nadie puede evadir. Y no es posible hacer trampas, las reglas son esas y rige para Todos, pero ¿cuales o què Reglas son esas?.
Las reglas para quienes se inscriben al Certamen de la Vida son simples: Nacer, Crecer, Reproducirse y Morir, y no hay màs. Son simples y son duras a la vez, y encierran dentro de sì el misterio de La Vida Eterna.
De niño sufrì mucho con diarreas y còlicos estomacales, tantos que mi madre presagiaba mi prematuro final. A ello debo la endeblez de mis huesos y la escasez de mùsculos, pero pasados esos primeros años, menos mal, mi cuerpo adquiriò una salud de hierro que, salvo una ocasiòn, cuando tenìa 33 (la Edad de Cristo), me acompaña hasta la actualidad. Un record de salud. No cuento las gripes y los resfrìos que son una nimiedad comparado con una verdadera enfermedad.
El asunto de mi memoria (¿serà una enfermedad?) es reciente y es consecuencia, estoy cierto, de las palizas que me ha propinado el vivir, el ser, el existir, el participar activamente en el fatigoso certamen -¿maratòn?- de la Vida.
Digo que no es preocupante y a veces me hace hasta reir con ganas. ¿Se imaginan a una persona que busca sus anteojos, los busca con insistencia y, al final, se percata que los tiene puestos? Es increìble, pero debo admitir que me ha sucedido, y que he reìdo por el hecho, pues entiendo que son las bromas que te gasta la edad. Son los años que se burlan de ti y rìen a tus costillas, se desternillan con el reir y... perdonen, pero yo prefiero reir con ellos. O reirme de ellos.
En el colmo de los colmos me ha sucedido que, estando en la calle, he debido regresar a casa porque olvidè algo y llegando a casa no recordaba què. Hay que tener paciencia, y a mì me sobra. He debido retomar la calle y caminar casi hasta el punto donde advertì mi olvido, y logrè recordar.  
Algo muy reciente: No lograba recordar el nombre de la Julia Roberts por varios dìas. Veìa el comercial con su presencia (¿se han dado cuenta que jamàs habla, solo sonrìe y camina?) y no lograba recordar el bendito nombre. Otra vez, paciencia. Podrìa haber remediado preguntando a alguien de mi entorno, pero no. Sè de lo que se trata, pero no me puedo rendir ante las evidencias. No he sido jamàs un luchador, un guerrero, un batallador, pero asì y todo, no puedo rendirme con tanta facilidad. Luego de algunos dìas logrè recordar por mì mismo el nombre de mi actriz preferida.
Los dìas estàn llenos de vivencias e historias sìmiles. Ayer en el supermercado, una gran fila de personas ante el cajero, una señora, seguramente de mi edad, con el bolso bajo el brazo y el monedero en mano, esperaba impaciente que pasara la persona de delante. Luego, a su turno, avanza hasta la altura de la cajera e inicia a buscar con ansia en su bolso. Mira con preocupaciòn a la cajera y le dice: "Perdone, creo que he olvidado traer mi monedero..." Sorprendida la cajera responde; "¿Y no es èste?" El monedero habìa quedado entre los productos que la señora estaba comprando. Es decir, la edad no hace distingos de sexo, religiòn o raza; no perdona a nadie, alto, bajo, gordo o flaco que sea. Cierto es que yo estoy aùn en los inicios, que me queda todavìa por hacer el trecho màs empinado de la ruta antes de la meta. No me hago problemas, tengo la disposiciòn y los ànimos para afrontar lo que queda con mucha calma. Paciencia es lo que me sobra, ya lo dije, y tambièn mucho valor.
La vida es dura, lo sè, pero debe saber que yo... soy un hueso duro de roer!.


 




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