Los ancianos de la tribu.

Voy camino al aeropuerto. Autos por doquiera en la Cristòbal Colòn (Roma), los que van y los que vienen, es un dìa de mucho tràfico. El semàforo da rojo, una fila de carros se detienen en los diez carriles de la avenida (cinco de ida, cinco de retorno). Un muchachòn sobre una Mercedes A1 està a mi izquierda, noto su impaciencia por las miradas insistentes adelante, atràs, a los costados y por su constante acelerar y desacelerar sin razòn. 'Sin razòn', digo yo, pero aquel chico realmente tenìa una razòn. La razòn de su tierna edad, de su inexperiencia, no digamos de su torpeza.
Pensar al comportamiento de aquel chico me hizo retroceder en el tiempo, a mis tiempos mozos. Recordè la primera vez que corrì como un loco sobre una Dodge (no recuerdo el modelo, era de esos enormes lanchones), sin siquiera tener el brevete, alcanzando 110 km/h sobre carretera afirmada. No lo pensè entonces, pero soy consciente (hoy) que mi comportamiento fue de absoluta negligencia, casi de irracionalidad.
El auto parecìa volar, veìa pasar los arbustos y postes de la electricidad uno detràs de otro en un veloz desfile que no me permitìa ver detalles. Luego, el desnivel del suelo unido a la velocidad daba la sensaciòn que el auto 'rebotaba' sobre la carretera como si surcara olas sobre el mar. Aquella era una sensaciòn placentera y hubiera querido permanecer en ella por mucho tiempo, pero recordè que el propietario del auto estaba en el estadio y que dentro de muy poco, terminado el espectàculo futbolìstico, querrìa encontrar su auto lavado, limpio, y me quedaba apenas el tiempo justo.
Recuerdo haber considerado, solo por brevìsimo momento ( el tiempo de un flash) la posibilidad de un accidente y de sus consecuencias. Consecuencias solo en el sentido de causar averìas al auto, no pensè para nada en mì mismo, en lo que podrìa ocurrirle a mi fràgil humanidad en caso de un choque.
Aquel flash brevìsimo, de todas maneras, hacìa de mì un tipo con algo de prudencia (creo que fue eso, y no temor) de lo que hoy me alegro.
Recordando aquel temerario episodio de mi vida, puedo decir con certeza que el que corrìa como loco, aquella tarde 'montado' en el auto Dodge, era mi mocedad, mi inexperiencia y, un poco, en mi caso, mi estupidez,
Mientras viajo aùn por la traficada Cristòbal Colòn, no dejo de pensar sobre el por què los seres humanos estamos hechos asì. Por què no somos como aquellas aves que trasmiten a la prole sapiencia y conocimientos a travès del ADN. Cada uno de aquellos polluelos, sin ni siquiera haber venido al mundo, tienen dentro de sì 'las instrucciones' para enfrentarse a la vida. Una maravilla que no es solo el caso de algunas aves. Tambièn se puede citar a los salmones, a cierto tipo de tortugas marinas y a las mariposas monarca. Ellos no necesitan de la experiencia para lograr el conocimiento, el saber.
Sigo viajando, pero mi memoria permanece pegado a mis recuerdos. Me veo en otras circunstancias (cosa rara) similares a la del chico de la Mercedes. Me veo manejando en mi paìs, impaciente frente al semàforo en rojo, acelerando, frenando, quemando combustible inùtilmente, estùpidamente, manejando con temeridad en una jungla de vehìculos donde, para quien tuviera una pizca de buen sentido, habrìa màs bien necesidad de manejar con cuidado, prudencia, buen tino.
Pero no, los humanos tenemos necesidad de experimentar por nosotros mismos aquello de 'el golpe enseña'. A decir verdad, a muchos de nosotros, ni siquiera la dureza de los golpes de la vida dona algo de buen sentido, de sabidurìa, Por fortuna, 'muchos de nosotros', no quiere decir 'todos'. Y son tantos aquellos que hacen tesoro de las experiencias vividas, de los coscorrones que la vida les ha propinado. Son gente que si està corriendo, se frena y se pregunta: ¿Por què corro? Y no solo. Gente que si se ve hoy con el tiempo ajustado, al dìa siguiente se alza màs temprano para evitar apremios. Excepcionalmente son gente joven, pero la gran mayorìa de las personas que hacen este tipo anàlisis vivencial, son mayores. Yo dirìa que son gente que no ha vivido en vano, que han aprehendido y aprendido las lecciones de la maestra Experiencia, que -resumiendo-, son 'los ancianos de la tribu'.





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