Un hervidero de ideas...

Tengo un saco de ideas en la cabeza. Creo que no es un saco, creo que es solo un costal. Creo que no es siquiera un costal, creo que es solo un costalillo, un atado como el de mis paisanos los shucos de Huànuco. Pero no es un costalillo amarrado con una pita o anudado con parte del mismo costalillo como usan hacer en mi tierra*. No, el mìo es un costalillo abierto en el que pululan las ideas como hormigas en un hormiguero o avispas en un avispero. Cada una de las ideas de mi costalillo se yerguen, se empinan, se empujan entre ellas, se sobreponen, hacen fuerza para ponerse adelante y ser visibles, alzan la mano pidiendo la palabra como en un fòrum luego del discurso final del conferencista, cuando se da inicio al debate. Cada quien quiere decir la suya: Muchas tienen dudas, algunas quieren comentar, otras agregar conceptos, otras cuestionar y algunas que quisieran decir en voz alta que concuerdan o disienten, etc. Son muchas, sì. Y son varias, diversas, heterogèneas.
Pero es necesario decir que mis ideas no son nada del otro mundo. Son sencillas, son simples y son claras, dirìa yo que son diàfanas, que me permiten ver y entender - al menos a mì- con nitidez lo que encierran dentro de sì cada una de ellas. Cierto es que todo tiene un lìmite. Asì, la claridad y la diafanidad nos permiten ver con nitidez solo hasta cierta distancia, o por lo mucho hasta el horizonte y no màs allà. Podrìamos pensar a los binoculares y telescopios, pero aùn con esos instrumentos la visibilidad tiene un lìmite. Esto ya me hace pensar a la finitud del universo, que es una de las ideas que pugnan por salir de mi costalillo.
¿Imaginan los trenes de la Metro en las horas punta, con gente que se aglomera a la salida para apenas abran la puerta, salir casi con desesperaciòn? Mis ideas son esas personas con ansia de alcanzar la puerta que son mis palabras. Sì, mis palabras son las puertas que dejan salir a mis ideas, a algunas de ellas casi escapar, huyendo de los laberintos de la Metropolina de mi cabeza.
Quizàs convenga decir tambièn que mis ideas no tienen asidero cientìfico, pues no soy tal. Tampoco soy culto, docto o dotado de erudiciòn en materia o tema de gènero alguno. No soy un lìder polìtico ni religioso; ni boss ni jefe, ni caudillo de causa alguna, perdida o cierta.
Dicho esto, queda solo decir que el suscrito no es otro que un simple y humilde socio de la sociedad de los tiempos actuales. Socio en el sentido de parte, participante, mas no de compinche, secuaz o còmplice, que se entienda bien.
(*) Maleta ahorcada le llaman los huanuqueños.

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