¿Existen los ángeles?


Esto ocurriò en mi ciudad natal, Huànuco. Corrìa el año 1963 ò 1964, no recuerdo bien. Tenía entonces nueve o diez años de edad. Era de ha poco venido de la selva para radicar definitivamente en la ciudad. Mis padres lo habían decidido así. Recuerdo muy bien la casa que habitábamos en el jirón 28 de Julio, muy cerca a La Alameda. La puerta principal daba al mencionado jirón y hacia adentro daba a un enorme canchón sembrado de alfalfa que colindaba con otra propiedad, hacia la izquierda, igualmente grande, con frondosos árboles de pacay bajo cuya sombra solía esperar a mis amiguitas, hijas del dueño de aquella propiedad, para jugar a las chapadas o al columpio.
Una acequia bordeada de sauces dividía las dos propiedades. En cada ocasión yo tenìa que saltar, bien si me llamaban o cuando iba por mis propias ganas. Medía mentalmente la distancia, retrocedía, corría y ... saltaba. De la otra parte generalmente ya me esperaban mis compañeritas de juegos.
Aquella mañana no me habían llamado. Iba yo porque me daba mi regalada gana. Era más, del otro lado no estaban mis amiguitas. Tendría que llamarlas y esperar a que salieran, pero me daba igual. Muchas veces ellas me llamaban y me esperaban. Yo podía hacer lo mismo.
Llegué a la altura de la acequia y ví que corría agua turbia. Qué me importaba. Retrocedí, corrí y, ... en el último impulso mi pie derecho tropezó con la raiz sobresaliente de un sauce. Recuerdo mi pequeño cuerpo lanzado por los aires con la fuerza de mi propio impulso. Y fue en ese momento que ocurrió el extraño fenómeno: Sentí como si unos tiernos, pero fuertes brazos, me tomaban por la sentadera y las espaldas. Dí un volantín en el aire como en cámara lenta, siempre guiado por aquellos tiernos y fuertes brazos, y caí en la otra orilla de la acequia tan suavemente y natural como si se hubiese tratado de solo un paso. O como cuando posas en el piso a un bebé ...
La verdad es que había dado un verdadero salto mortal. Yo que jamás habìa tenido, no tengo ni tendrè potencialidades para la acrobacia, había dado en el aire una vuelta de 360 grados.
Habría sido mi Ángel de la Guarda?
Yo pienso que sí. Y le estoy muy agradecido.

Nota: He tenido otras dos experiencias, la última hace poco en Roma. Las contaré más adelante.
No he hallado una canción que se adapte al tema, pero ésta de Cristian Castro me gusta. Espero que lo disfruten también.

Commenti

Juan Carlos ha detto…
Que interesante experiencia, que nos narras !

Pienso que esos angeles son guiados por DIOS !

Lo ralatas estupendo. Felicitaciones !

Seguire leyendo tus articulos, cuando regrese del trabajo...

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