Mi relación con el alcóhol


Al igual que con el tabaco, comencé a beber por mono, por imitar a aquellos un poco mayores y a algunos de mi edad a quienes el hecho de tener una cerveza en la mano les infundía 'fuerza y seguridad' que de otro modo no tenían.
Los muchachitos que beben licor lo hacen con la finalidad de paragonarse a los adultos. Creen que ello los hará 'respetables' frente a los de su edad y 'atractivos' frente a las chicas, sobre todo en el barrio. Lo hacen también para esconder temores, miedos y complejos. Algunos van más allá todavía y se enredan con otras drogas más fuertes y más dañinas. Y así, poco a poco, van cayendo en el abismo profundo del vicio.
Aún cuando no pertenecí exactamente a aquel grupo, cuando inicié mi relación con el alcóhol me convertí, sin querer queriendo, en un bebedor consuetudinario. Lo que en mis tiempos de estudiante era un asunto quincenal, o mensual, o en las ocasiones de los bailes en el "Chung Hua", famoso local en mi ciudad natal; cuando comencé a trabajar se convirtió en un quehacer semanal, infaltable. Con decir que comencé a trabajar formalmente, con todas las de la Ley, un viernes 7 de Agosto y... el domingo 9 ya estaba brindando!. Todo ello era producto de la relación laboral, muy especial, sui generis, que se daba (y se da aún) entre los trabajadores de construcción civil. Entre nosotros, sin distinción de rangos, reinaba una camaradería envidiable. Nadie se eximía, todos participaban, daba la impresión de ser el 'deporte' favorito de todos los que trabajábamos en la obra. Allá, en la obra, se trabajaba duro, recuerdo. Los almacenes atendían desde las 5 am porque los obreros debían iniciar la jornada a las 6. Las labores de oficina comenzaban a las 7 am y se prolongaban, muchas veces, hasta la media noche. Ni qué decir de las semanas que tocaban pagos: No se dormía. Se tenían que preparar las planillas de pagos, inicialmente de 350 trabajadores que con el correr del tiempo se convirtieron en 1500 distribuídos en tres frentes. En esos tiempos no habían computadoras, las planillas los hacíamos en unos 'cuadernones' enormes llamados Libros de Planilla. ¡Qué tiempos!.
Lejos de la familia y aún los que tenían la familia al lado, todos esperábamos con ansias el fín de semana. Las cantinas y bares de la zona, igualmente, nos esperaban con ansias. En los días previos se habían surtido de cervezas para 'aplacar la sed' de los trabajadores. Y no solo cervezas, habían licores para todos los gustos y bolsillos. Y los bolsillos estaban llenos...
Así, el beber se había convertido en la única 'diversión' de los fines de semana. Todo desembocaba en beber. Se organizaban fiestas deportivas en los que los últimos en plegarse a la juerga eran 'los deportistas', ni más ni menos. Ya lo dije, todos (o casi todos) participaban: Ingenieros, administrativos, técnicos, operarios y obreros en general. Se libraban, muy a su pesar, solamente los que viajaban a la capital o a sus pueblos de origen, a visitar a sus familias.
Yo, inicialmente solo; luego en compañía de mi esposa y dos hijos, igual participaba. Sucedía que el vicio ya había sentado sus reales dentro de mí. Mi mente y mi cuerpo estaban 'programados' para 'chupar' los fines de semana. Y andando el tiempo esto se complicaría aún más, ya no serían solo los fines de semana, sino cada vez que tuviera tiempo libre. La obra, llegado a sus tramos finales ya no nos exigía trabajar los sábados, la jornada semanal terminaba los viernes y... los días de juerga se alargaban. Espectáculo deprimente, ¿verdad?.
Todo esto sucedía entre las localidades de Pisco y Ayacucho, y pueblos intermedios y aledaños; toda esa ruta es lindísima y guardo muy bellos recuerdos de gente que conocí y lugares que visité. Están grabados en mi memoria la Iglesia de Huaytará, construída sobre restos arquitectónicos incas, idéntico a lo sucedido con el Templo del Coricancha en el Cusco. Unos kilómetros más arriba de Huaytará se hallan las Ruinas de Incahuasi con su portada y el Asiento del Inca, tallado en una enorme roca en medio del río; restos de manufactura inca, similares a aquellos de Pisac (es lo que me viene a la mente en estos momentos), en Cusco. Digno de verse.
Terminada la obra creí haber dejado atrás el hábito de la bebida, pero no. Cada fín de semana mi organismo pedía alcóhol. Y yo le hacía caso. Pasé a trabajar a Huaraz, luego a Cajamarca, Trujillo, Chimbote, etc., pero mis hábitos no cambiaron; muy por el contrario, creo que se reforzaron.
"Todo tiene su final, nada dura para siempre...", son las letras, creo de una salsa, no recuerdo quién la canta. Mi hija nació en 1986 y ha sido, junto con mi esposa, la que me condicionó para, finalmente, dejar la bebida. Ellas dos usaron sus poderosas 'armas' para apartarme del vicio.
Mi historia es casi la misma que aquella de mi padre: toda su vida trabajador de construcción civil, siempre lejos de la familia. Mis hijos estaban ya en edad escolar y, por ello, debíamos fijar una residencia permanente en algún lugar, ya no podíamos vivir como nómades o gitanos. Escogimos Lima y, desde allí, mi esposa y mis hijos viajaban regularmente a verme, o yo viajaba a Lima. Esto último era menos frecuente.
Estaba yo en Cajamarca, era Febrero y se celebraban los famosos carnavales. Mi esposa llegó repentinamente, circunstancias ligadas a mi hijo mayor la habían obligado y... me halló en un estado deplorable. La cerveza, la chicha y el aguardiente bebidos descontroladamente me habían puesto en aquel estado: No podía enfilar la llave en la cerradura de mi puerta!. Fue la gota que hizo rebalsar el vaso. Lo que vino después fue una CRISIS MATRIMONIAL, así, con mayúsculas.
Para aquel entonces hacían 5 años que había dejado definitivamente el tabaco y, sinceramente, debo agradecer a la mujer que me acompaña hasta hoy por la valiente decisión de romper nuestra relación matrimonial, o mejor dicho, pretender romper nuestro matrimonio.
No sé si podrá funcionar con todos, pero a mí me puso en vereda. Comencé a tomar en serio sus consejos que no eran solo de entonces. Antes de aquello yo permanecía sordo a toda llamada de atención y consejos. Fue recién en aquel momento que comencé a 'carburar' sobre los daños que me había ocasionado el alcóhol. A propósito, alcóhol es un nombre genérico, pero que encaja como anillo al dedo para mi caso. Yo no hacía diferencias entre las bebidas, dependiendo de dónde y con quién me encontraba, tomaba con gusto sea chicha, cachina, vino, aguardiente, pisco, ron o whisky; o cervezas de cualquier marca o calidad. Mis cervezas favoritas eran en el sur la Cusqueña, en la costa Cristal, en el norte la Pilsen Trujillo y en la selva la San Juan. Comencé a meditar sobre el comportamiento que había tenido hasta entonces con mi familia y -créanme- conmigo mismo!. Es que el alcóhol es un vicio que te despersonaliza. Te vuelve ciego y sordo. Pero yo, menos mal, había comenzado a recuperar la vista y los oídos. Fue una tarea mucho más árdua que aquella para dejar los cigarros, pero... finalmente ¡lo logré!. Fue un proceso lento en el que solo conté con el apoyo de mi familia y con mi fuerza, creo que las pocas que me quedaban, pero a Dios gracias fueron suficientes. Agradezco siempre a mi esposa por su paciencia y empeño, a mi hija -pequeñita aún- por sus "consejos" de adulta, y a mis hijos por su comprensión.
Mentiría si dijera que no he vuelto a probar licores. Sí, he tomado muchas veces, pero ya no hasta perder la brújula. Ya no tomo hasta embriagarme, ni siquiera para mis cumpleaños o fiestas principales como Navidad o Fiestas Patrias. "Saco largo", "pisao", "niñero" me gritan algunos de mis 'amigos' (aún en la actualidad), pero ya no me hacen efecto esas frases que en otros tiempos habrían herido mi ego de hombre, de macho, de quien lleva los pantalones.
"Mi mujer está muy vieja, mi mujer está muy vieja; no sirve para el amor, no sirve para el amor. La voy a dar de inicial, la voy a dar de inicial; pa' comprarme otra mejor, pa' comprarme otra mejor", dice una copla del Carnaval de Cajamarca que -valga decirlo- tiene en ellos (en las coplas) uno de sus tantos encantos, y los hay para todos los gustos. Vale la pena ir a Cajamarca en Febrero para gozar de estas lindas fiestas.
Hubiese querido colgar un video del Indio Mayta, pero no he hallado uno de buena calidad. Los dejo con uno de 'Don Guillermo y su conjunto'.
La foto de inicio (arriba-izquierda) corresponde a una vista lateral de la Iglesia de Huaytará. Lo tomé de www.trivago.es





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