Llorar sobre la leche derramada

Las lágrimas derramadas copiosamente (llanto) -he leído-, pueden servir como terapia contra el estrés, aparte de paliativo de las penas y sufrimientos en este 'valle de lágrimas'. Y es cierto, en tantas ocasiones he llorado, y luego me he sentido aliviado de mis pesares, como 'descargado' de aquello que era causa de ella.
Un niño puede llorar por varios motivos: Una pataleta, un castigo infligido -con razón o no- por uno de los padres, se cayó jugando, se peleó con el amiguito(a) y llevó la peor parte, etc.; y tantas veces los niños lloran por cualquier tontería. El llanto de un niño no llama demasiado la atención, salvo en circunstancias de castigos fundadamente inmerecidos.
En cambio, el llanto de un adulto es diverso; aún más si el adulto es de sexo masculino . Esto último porque crecemos a nuestros varoncitos con aquella idea equivocada de 'los hombres nunca lloran', en un intento machista (vano) por insensibilizar a nuestros retoños de las palizas que le propinará la vida. La verdad es que 'los hombres' (los varones) también lloramos. Y que no vengan a decir algunos machistas anquilosados que jamás en su vida han llorado. Yo... no les creo.
El llanto de un niño conmueve a las mamás y a las mujeres, ellas no pueden ver llorar a un niño; en cambio, creo que el llanto de un adulto conmueve a varones y mujeres por igual.
Decía que el llanto de un adulto es diverso porque proviene de motivaciones muy profundas de dolor mayormente moral que desembocan en sufrimientos y penas igualmente profundos que solo el tiempo y nuestros llantos alivian.
No puedo dejar de anotar que existen personas muy sensibles - de ambos sexos- que lloran por los motivos más nimios. Conozco a una señora que se conmueve hasta las lágrimas cada vez que ve en la TV los reportajes sobre el hambre o las guerras en Africa u Oriente Medio.
A mí personalmente me hacían llorar las películas hindú. Recuerdo 'Madre India' y otras parecidas de las que todos los espectadores salíamos con los ojos hinchados y rojos, y con los pañuelos mojados por las secreciones nasales que casi siempre acompañan a las lágrimas.
Con los años, pero, he llegado a reprimir mis emociones en modo que no llego a derramar lágrimas, casi por ningún motivo. Creo que la edad, y la madurez que uno va ganando con ella, me han ayudado en esto. He llegado a la conclusión que, si bien las lágrimas sirven para aquello anotado en los renglones iniciales, en el fondo no solucionan nada. Por decir, nuestras lágrimas no resucitarán a nuestros seres queridos que 'partieron', no sanarán a nuestros enfermos, no nos resarcirán nuestras pérdidas, no harán retornar al enamorado(a) que nos dejó, etc. Por otro lado, esos minutos de llanto son generalmente 'tiempo perdido' ya que, en aquellos momentos, nuestro cerebro se encuentra en crisis, bloqueado; no atina a concentrarse y a 'buscar y encontrar soluciones' como sí lo puede hacer un cerebro en calma. "Cálmate, cálmate..." decimos generalmente a las personas aquejadas de llanto, ¿será por eso?. Y la calma es una gran cosa, y conservarla en los momentos críticos, mejor aún.
Las penas y los sufrimientos profundos que nos inducen al llanto, nos nublan la mente. Muchos, en aquellos momentos críticos toman decisiones funestas que, lejos de aliviarles las penas, los conducen inclusive a la muerte. ¿Vale la pena? Definitivamente no. La vida es un DON sumamente precioso para tirarlo por la borda de ese modo. La vida es bella y merece ser vivida con todo aquello que nos ofrece. Si estamos viviendo un invierno muy crudo, debemos tener la certeza que luego vendrá la primavera, y después el verano.
A lo largo de todos los años que tengo de vida, que sumados hacen mi edad actual, no había logrado percatarme del modo sencillo cómo discurre la vida toda, cómo cada uno de nuestros actos -por muy insignificantes que parezcan- pueden generar consecuencias, buenas o malas, pero consecuencias al fín y al cabo. Y cómo, cada paso que damos nos aleja o nos lleva al encuentro de los acontecimientos que podrían marcar hitos en nuestras vidas. Puede parecer exagerado, pero 'descubrir' esas pequeñas cosas ha significado mucho para mí. Ha sido, por así decirlo, como si hubiese encontrado una linterna con qué alumbrar mi sendero en los tramos oscuros de mi existencia. Y, por todo ello, ya casi no doy trabajo a mis glándulas lacrimales, solo medito en las cosas que me suceden y me preparo para lo inesperado. ¿Cómo?
Existen algunos factores que te pueden hacer preveer ciertos acontecimeintos. Por ejemplo: La edad, las enfermedades, los modos de ser de las personas, el lugar donde vives, etc.
La edad de mi padre -ochentaitantos- unido a su enfermedad (no lo digo), me hacen preveer que de un momento a otro me llegará una noticia dolorosa y desagradable. Y no es que me martirice desde ya por ese hecho, no; lo que trato es de ser práctico y 'lo tomo en cuenta desde ahora' para que no me tome por sorpresa cuando suceda. Además, mi padre es una persona que ya ha vivido, ha trabajado, ha ayudado a construir esa patria llamada Perú, y es natural que 'descanse' como todo obrero cuando termina su jornada laboral y le cae la noche. Hago esta misma prédica a mis hijos respecto de cuando me tocará 'entregar el equipo'. Agrego que entonces yo seré ajeno a sus penas, sufrimientos y lágrimas porque estaré muerto, quizás caído por tierra como hoja desprendida del copioso follaje de la vida. Y, mi muerte, es otra de las cosas que menos me preocupa. Cuando suceda, a preocuparse serán los que quedan, los que me sobrevivirán. Y esto es así para todos, para grandes y chicos, para ricos y pobres. La muerte no hace diferencias de ningún tipo: raza, religión, nacionalidad. Y tampoco hace descuentos.
Como corolario de este discurso sin importancia, diría que no vale la pena llorar sobre la leche derramada. Es decir, no tiene ningún sentido martirizarse por las cosas que se hicieron mal o se dejaron de hacer; tampoco conviene preocuparse por la dura labor que nos espera mañana. Lo pasado dejémoslo en el pasado, el mañana que espere su turno; afrontemos solamente, con decisión y con coraje -y si se puede, con inteligencia- el ahora, el hoy. Basta.
Los dejo con Hoy, bonita canción de Gloria Stefan.

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