Mis recuerdos de Navidad

La primera Navidad del que tengo recuerdo fue la del año 1963. Dos meses antes había cumplido 10 años de edad. No me explico por qué nueve navidades de mi vida pasaron desapercibidos. De los dos primeros años de vida creo que nadie tiene memoria. A partir del tercero -pienso-, recién comenzamos a 'guardar datos en el disco duro'; creo que es así. Pero, aún con todo, no tengo idea cómo pueden haber pasado tantas navidades sin que mi memoria los registrase...
Hoy, mirando por el retrovisor del tiempo, y analizando aquella primera Navidad que guardo en la memoria, me alegro de no recordar aquellas primeras nueve navidades de mi vida.
Lo que sí recuerdo son las Fiestas Patrias, seguramente ya tenía tres años. En ese entonces vivíamos en Pachas, cerca a La Unión, en la Provincia de Dos de Mayo, sierra de Huánuco. Tengo también recuerdos de mis cumpleaños (de algunos) porque para esas fechas mis padres me compraban ropa nueva y zapatos. Y se preparaba el rico 'ponche' para el desayuno. Hoy por hoy lo preparo yo para mis 'cumples' o los de mis seres queridos más cercanos.
Pero quería hablar de la Navidad de aquel 1963. En aquel entonces residía en mi ciudad natal, Huánuco. Con mi madre y hermanos habíamos ya casi completado 1 año viviendo en la ciudad, haciendo vida sedentaria. Antes de aquello vivíamos -lo dije en otro post- como gitanos, primero en la sierra y luego en la selva, empujados por el oleaje del destino de mi padre que debía ir allá a donde su oficio de 'Operador de Caterpillar' era menester, generalmente lugares alejados de las ciudades, de geografía áspera y salvaje. Ahora que lo pienso, debe ser por ello que no recuerdo esas primeras nueve navidades. Pero volvamos al relato:
Con semanas de anticipación llegó hasta nosotros la noticia de que regalarían juguetes en el Estadio "Leoncio Prado", llamado así porque era propiedad del colegio (en ese tiempo Gran Unidad Escolar) del mismo nombre. Las noches previas a aquel 25 de Diciembre yo soñaba que me regalaban 'un caballo', 'un camión' y 'una pelota'. Me sentía feliz con mi caballo, lo montaba a pelo y partía al galope por valles y montañas. Mi caballo era fantástico porque por momentos 'volaba' de una montaña a otra, y yo miraba desde lo alto el plano rectilíneo de las calles de aquella ciudad que me viera nacer. Y yo era muy feliz en mis sueños. El camión no me importaba. Con la pelota hacía malabares, Pelé y Maradona eran niños de pecho a mi lado (Maradona aún no era conocido). Cogía el balón (un balón de verdad) y 'cabreando'* a uno y otro llegaba frente al arquero adversario, pateaba con tanta fuerza que la pelota entraba al arco con portero y todo. Y el público festejaba..., y gritaban mi nombre. Yo no cabía en mí de felicidad al escuchar el rumor de los aplausos de la gente en el estadio. Pero,... eran solamente sueños.
Llegado el día, muy temprano (6:00 am) con mis hermanos corrimos hacia el estadio, creíamos ser los primeros, o por lo menos estar entre los primeros, pero... nada que ver: Había una fila larga, larga que doblaba la cuadra. ¿Eran adultos y niños que habían madrugado?, no. Muchos de ellos, sobre todo los que estaban adelante, en posición privilegiada, habían amanecido allí.
Ver todo aquel panorama me desmoralizó. Comencé a preguntarme si alcanzarían juguetes para todos. Las entregas comenzarían recién a las 9, y adultos y niños seguían llegando. No podía creer que hubiesen tantos niños en la ciudad...
Cerca de las 9 comenzaron a sonar villancicos en los altoparlantes al interior del estadio. Los que estaban adelante en la fila comenzaban a reacomodarse y surgieron algunos pleitos que hicieron que interviniera la policía.Como a eso de las 9:30 salieron los primeros niños con sus juguetes, algunos con sus panetones -esos de carretilla- y algunos otros con unos polos de algodón o botas de jebe, similar a los '7 vidas' de Bata de esos tiempos. No sé si esas botas aún se fabrican en la actualidad, eran muy buenas para los días lluviosos, para chapotear en los charcos.
Cuando ingresamos nosotros (poco más de la 1 de la tarde) ya casi se habían terminado los juguetes. A mí me dieron una pelota roja de jebe (me pareció de jebe) que rebotaba muy bien, mi hermano mayor también quiso una pelota (le dieron una azul, de jebe también), para mi otro hermano ya no hubo pelotas, le dieron un caballito de plástico con cuerpo de palo de escoba; pedimos que nos dieran algo para mi hermanito menor que se había quedado en casa (1 añito), pero nos dijeron que tenía que haber ido personalmente.
Terminamos la jornada 'casi quemados' por el calcinante sol de aquel día, pero salimos contentos. Los niños, gracias a Dios, tienen esa capacidad de 'celebrar' las pequeñas cosas, los triunfos mínimos; nosotros celebrábamos el hecho de haber 'conseguido juguetes'. La fila fuera del estadio era aún larga..., días después escuché que muchos de los que habían estado en 'los puestos privilegiados', habían hecho fila por segunda y hasta tercera vez. ¡Qué vivos!. Para el siguiente año me dije que haría lo mismo, pero... ya no. Aquel Diciembre de 1963 fue la primera y última vez que hice la fila. Al año siguiente me sentía ya 'muy viejo' para esos trotes.
Llegados a casa aquel día mostramos 'con orgullo' nuestros juguetes. Mi hermano mayor, en un alarde de generosidad regaló su pelota azul a nuestro hermanito bebé de 1 año, pero se llevó mi pelota roja. No pasó ni media hora y lo regresó desinflada. Ya no servía.
La pelota azul duró intacta por casi una semana; luego terminó también desinflada, inservible como mi pelota roja. Una pena. Solo el caballito de plástico con cuerpo de palo cumplía a cabalidad con su cometido cada vez que mi hermanito menor salía en él a dar sus vueltas por el Parque Roosvelt. Vivíamos entonces enfrente de aquel parque que me trae muchos recuerdos. En torno al parque estaban la Iglesia San Pedro, la piscina, la escuelita 'San Pedro' de solo niñas y el Colegio Virgen de las Mercedes, mejor conocido por todos como el colegio de las mishicas.
La Navidad llegó tarde a mi vida. Ya no tuve ocasión de creer en Papá Noel, ni en su cargamento de regalos, ni en su trineo ni sus renos. Después de aquella larga fila en el Estadio Leoncio Prado, sabía con certeza que los 'regalos' para los niños pobres los repartían o las municipalidades, o las instituciones de caridad.
(*) Cabrear = sinónimo de driblear en el lenguaje que usábamos en aquel tiempo. La RAE lo considera en la acepción de 'esquivar'.

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